¿Qué
puede alimentar la Vida, sino la propia Vida?
Pensamos
que hay alimentos mejores y peores, que nos hacen bien o nos dañan.
Nuestras
creencias y costumbres nos llevan a pensar que hay unos alimentos que son
correctos y otros incorrectos.
Hay
quien llega a rechazar, sentir asco, o no poder ver como otra persona se
alimenta de un tipo de alimento.
En
general, tratamos de comer los alimentos desde el pensamiento de: cuáles son
mejores para mí. Tratando de ser conscientes de que la dieta que seguimos es la
mejor para nosotros.
Me
recuerda la historia del rico que ponía varias monedas en el limosnero, y
decía: “Señor mira mi generosidad para tu gloria”. El pobre, solamente ponía un
céntimo en el limosnero, el único que tenía, diciendo: “Señor perdóname por lo
poco que te aporto”.
El peor alimento, es el que es comido desde el “yo”, independientemente de su
procedencia.
La peor manera de alimentarse es desde la discriminación, desde la exclusión,
desde el rechazo, desde la elección, desde pensar que la Vida puede darnos algo
más de lo que Es, en cada alimento.
No quiere decir que no podamos decidir una alimentación, pero no porque sea
mejor para nosotros, o desde la discriminación, sin pensar en lo que se entrega
para ser alimento..
Cuando vemos el animal que nos acompaña, nos hace gracia, o nos gusta,
decidiendo que los demás no pueden alimentarse de ellos, estamos olvidando que
son la misma Vida que las rocas y las plantas, que es lo que verdaderamente nos
alimenta.
Cuando olvidamos la discriminación y el yo, alimentamos lo que comemos,
transformando su vida, en nosotros.
Nos alimentamos desde el respeto, la aceptación y la responsabilidad de que el
sacrificio de esas vidas para mantener la nuestra, es para que esa energía
recibida sea usada en un solo propósito, la Glorificación de la Vida, la
Protección de la Vida, manifestar en lugar del ego la Vida a la que hemos
alimentado con la propia Vida.
A veces hacer lo correcto no es suficiente, como el pobre, hay que entregar cuanto tenemos, cuanto somos, para poder alimentarnos sin que haya alguien comiendo.
A veces hacer lo correcto no es suficiente, como el pobre, hay que entregar cuanto tenemos, cuanto somos, para poder alimentarnos sin que haya alguien comiendo.
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