Llamar
al Vacío, para escuchar tu propia voz.
Quién
no ha estado en algún sitio donde se produzca el eco, gritando para escuchar su
propia voz.
Hay quien una vez lanzado su grito al vacío, espera un tiempo escuchando su propia
voz, pura limpia y único sonido que percibe.
Está
el eco que solamente repite lo que ha sido gritado sin percibir las variaciones
que se han producido. Es la actitud de la mayoría de las personas, vivir como
eco de lo que les ha sido dicho o enseñado.
Otras
personas, perciben en la respuesta, el susurro del viento entre los árboles, el
murmullo de lo manantiales y riachuelos, el volar de las nubes, y cuanto ha
cruzado su camino con el grito que ha recorrido el vacío y retorna con la voz
de lo que se ha cruzado en el viaje.
Luego
está el Maestro, que simplemente lanza su Verdad al Vacío.
Su
Verdad es aquello que es percibido por su Ser, de la propia Seidad. Limitado en
su entendimiento, recurre a su ignorancia, siendo su Verdad, la pregunta
lanzada al Vacío.
Para
permanecer en Silencio, escuchando las respuestas que enriquecerán, ésta, su
Verdad. Escuchará todos los sonidos que la pregunta ha rozado en su viaje para
llegar al punto de retorno, así como los que escuchará al retornar de nuevo, al
oído del Silencio, del Maestro.
Todas
las respuestas de lo que ha sido entendido de esta Verdad, son el
enriquecimiento continuo y eterno de la Verdad del Maestro, que permanecerá en
Silencio por toda la Eternidad, transformándose en la Verdad del Ahora.
No
importa si el entendimiento ha sido correcto o incorrecto, si la pregunta fue o
no entendida, todas las respuestas pasan a ser la Verdad del Maestro, que para
ello tiene que permanecer Siendo Silencio, para que su Verdad sea el
enriquecimiento del Todo.
Nosotros
escuchamos la Verdad del Maestro, y como el eco la repetimos, pero no son sus
palabras siquiera, sino nuestro entendimiento de ellas lo que escuchamos, sin
poder enriquecernos al menos con nuestra propia opinión. Esto es lo que causa
la insatisfacción y la inseguridad, vivir con la verdad ajena.
El
Maestro no vuelve a opinar, se sienta en Meditación, escuchando la voz de la
Vida, como eco de su Verdad. Escuchando todos nuestros entendimientos a su pregunta, a su Verdad. Pero no es la Verdad que conocemos, que vivimos,
que manifestamos, es la Verdad que el Maestro Es, su Seidad.
El
Maestro no es solamente la voz que es lanzada al vacío, que se enriquece con
cuanto se cruza con ella, volviendo como eco al oído.
Este
oído puede ser el del discípulo, que trata de saber lo que dice el eco, o del
que solamente actúa como eco de las palabras.
Cuando
este Oído, escucha el Silencio, cuando ni tan siquiera puede escuchar, cuando
el Oído es Silencio, todo cuanto se dice al eco, todo cuanto aporta al eco lo
que habla al Silencio, todas las aportaciones que responden a la Pregunta, se
convierten en Maestro, en Meditación, en Silencio.
El
Maestro no puede aprender, no puede enseñar, no puede ni tan siquiera escuchar
el Silencio, no puede ser Meditación, porque solamente puede Ser: Maestro.
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