Leía esta
mañana en la Gaceta de Intereconomía, un artículo que por su importancia y
gravedad, me ha parecido de lo más inquietante. Son de esas noticias, en las
que aparentemente todo el mundo está de acuerdo, pero que se nos escapa en
nuestra inocencia y buena fe, lo que conlleva la noticia, tras lo que rechaza
toda la sociedad.
Lo escrito
es acerca de la Pederastia, algo horrible que solamente una gentuza sin
sentimientos, sin empatía, sin valores y honor, lleva a cabo. El enfoque es
desde las diferenciaciones que se hacen entre las palabras: “Pederastia y pedofilia”,
las condenas que a veces se imponen, algunas personas que la han llevado a cabo
con ensañamiento y llegando incluso al asesinato, y las corrientes que al igual
que con tantas personas que se salen de las leyes y las reglas más elementales
de convivencia, se comienza por decir que son enfermedades o simplemente se
buscan excusas para esconder los actos.
El artículo
comienza, con lo que se piensa es el encaminamiento para que se pueda, si no
legalizar, algo que la mayoría rechazaría, encontrar la manera de que no sea
delito. Esto es lo que expone al comienzo del artículo, como explicación de la situación: “El primer paso para normalizar la pederastia es enfatizar
las diferencias con la pedofilia. Mientras que la primera aún sería reprobable,
la pedofilia no consistiría más que en una pulsión sentimental que se siente
hacia los niños, que no tiene por qué desembocar necesariamente en práctica
reprobable alguna. Obviamente, se trata de generar una idea neutra de la
pedofilia: es un impulso, y como tal, inevitable; una orientación… ¿les suena?
Una atracción,
¿Quién, no se siente atraído por la inocencia y la belleza de un niño?, ¿Quién,
no aprecia la belleza y artesanía de una espada samurai?. Pero esto no hace que
sea usada para hacer daño o delinquir. De la misma manera que el amor, la empatía
que nos retrotrae a nuestra niñez al contemplarlo, no puede permitir el abuso
de su indefensión, inocencia y el exceso de confianza, en las que son
supuestamente personas, que le rodean.
Hay gentuza,
que fuera de toda humanidad y sentido de honor o valores, dicen: “Que su amor por los niños les ha hecho caer en la tentación,
pero que no pensaba hacer daño”. Solamente le
han destrozado la vida, dicen que por amor. Estos, son a veces personas que no
tienen poder o los medios para pagarse viajes para abusar de la necesidad de
otras sociedades, donde tienen que vender sus cuerpos y los de sus hijos, unas
veces por necesidad y otras por ambición. Abusando de lo que más nos hace
amarnos a nosotros mismos y poder amar a los demás: “La Dignidad”,
utilizando el hambre y la necesidad.
Pero es, a
los que pueden pagar a las mafias traficantes de personas y que no les importa
llevarles niños y niñas, infantes, desde la más tierna edad a la adolescencia,
a estas gentuzas que al tener poder y dinero, creen que pueden experimentar las
acciones más bajas de la deshumanización, siendo protegidos por los que tendrían
que investigarlos y enjuiciarlos, por las leyes, el miedo y la indecencia de
los que deberían proteger en especial a la infancia, siendo a veces la familia
la que los lleva para lograr sus ambiciones.
Cada día
tratan de introducir más educación sexual en la enseñanza, a edades más
tempranas, cada vez más explícitamente, probablemente bajarán la edad para
consentir las relaciones, y estas personas con el poder o el dinero y los
regalos, dentro de las leyes, podrán corromper la inocencia de la infancia.
Viendo el
sentido común de los adultos, capaces de votar a los gobiernos que tenemos
alrededor, de apoyarlos, morir por ellos, amarlos y perder el honor y la amistad
por decisiones, que tienen en el poder a los que están, a los supuestos humanos
fuera de toda humanidad. Haremos lo posible porque puedan votar los niños, que
puedan elegir libremente, que tomen decisiones, que carguen con su responsabilidad.
No tengo
hijos, pero no me gustaría vivir para ver esta situación.
Hemos caído tan bajo como personas, estamos
tan lejos de la humanidad, que confiaba en que no caeríamos más bajo, que lo
que hay alrededor son las minorías ruidosas, que es producto de nuestra
ignorancia.
Pero al parecer hay lugares más bajos,
podemos ponernos a la altura de los terroristas, para vivir en una sociedad,
que más que ignorante, sería indigna de existir.
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