Vemos claramente que una
Vida mejor puede ser alcanzada.
Todo nuestro deseo, nuestra
fe están en conseguirlo.
Pero las mayores mejoras,
los esfuerzos y cambios necesarios, los vemos, los ponemos y esperamos de lo
que harán los demás, lo que tienen que cambiar los demás en sus vidas y
respecto a su relación con nosotros, los observadores.
El respeto, el amor, la
confianza, la armonía, la humanidad, no la miramos desde lo que tenemos que
cambiar en nosotros mismos, sino en el cambio que tienen que hacer y cómo
tenemos que ser tratados nosotros.
Decidimos: Lo que deseamos
que nos enseñen y cómo debemos ser enseñados. Que deben de sonreírnos y además
ser sinceros. Que nos enseñen el bien, pero solamente con el ejemplo y sin
exigirnos practicarlo, además un bien que nos parezca adecuado y nos beneficie.
Que nos amen, pero sin agobiarnos y cuando lo necesitemos, además tratando de
observar nuestros cambios emocionales para proporcionarnos alegría,
comprendiendo además que tenemos nuestra vida y cosas personales que hacer.
Juzgamos a los demás desde
nuestra verdad, sin mirar si nosotros somos malos y ellos buenos o viceversa, o
simplemente somos diferentes.
Nos cuesta aceptar que la
persona mentirosa tiene como verdad la mentira. Que quien solamente desea
recibir, tratará de obtener lo que desea de los demás, haciendo lo necesario
para ello. Aunque solamente sea desde el engaño, esperamos recibir a
cambio de lo que damos el cumplimiento de nuestros deseos, pues es lo que
pensamos que la persona que nos engaña nos va a proporcionar. Por eso nuestra
decepción, al haber dado algo inútilmente al no haber recibido lo esperado.
Olvidamos
que somos diferentes, cada uno es único, que es lo imprescindible para que la
Vida exista en un cambio permanente y eterno. Aprender hasta llegar a la
Sabiduría, implica conocer todas las posibilidades de cuanto existe, algo que
solamente es posible desde la Aceptación.
Aceptar,
no es decir que sí, es más bien poder sentir la posición de los demás al
calzarnos sus zapatos. Aceptar es llegar a la comprensión de lo que la otra
persona hace y dice, de su vida, para aprender.
Todo
cuanto aprendemos es lo que estamos recibiendo, por encima de las palabras, que nos esclavizarán, si solamente comprendemos su significado y
reaccionamos desde nuestro entendimiento. O desde las acciones del otro, que no
debemos discriminar, ni enjuiciar, si no queremos vivir esclavizados por
nuestro entendimiento de ellas.
Cuanto
acaece en el Universo, es algo que puede encaminarnos a la Sabiduría, a la
Humanidad, a encontrarnos, aceptando a los demás, hasta perder nuestro “yo”,
nuestro ego, dejando de ser “los demás”, o bien mirar desde el punto donde
situamos el yo, con el Universo girando y dependiendo de él. Juzgando,
buscando, deseando, el bien de ese “yo”, y el bien de cuanto gira alrededor,
siempre que sirva para beneficiar al “yo”, a cuyo servicio está girando a su
alrededor.
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