Nos cuesta
trabajo percibir la igualdad entre varios conceptos, aparentemente dispares,
incluso manejados en filosofías diferentes, para establecer y explicar
precisamente esas diferencias, sin embargo existe esa igualdad, esa posibilidad
de estar hablando de una misma idea, desde perspectivas diferentes.
Cuando hablamos
de individualidad, lo primero que nos viene a la mente es la separación entre
individualidades, percibimos una individualidad como algo diferente y separado
de las demás individualidades.
Cuando hablamos
de un Todo, es del Uno, de la Individualidad Suprema, en la que no hay nada que
no esté incluido en Ella. Solamente yo, que la puedo percibir y observar.
En el Vacío,
incluso la Individualidad se diluye, pues consideramos que en Él no puede
existir Nada, a pesar de que nosotros sí nombramos, pensamos, definimos y lo
percibimos como concepto, para lo que tenemos que existir, sin poder ser otra
cosa que Vacío.
Es quizás
en la frase del ocultismo: “Las partes están
en el Todo, el Todo en las partes”, donde
quizás podríamos verlo con claridad en muchos de sus aspectos.
No hay una
individualidad, que no sea un todo. Tampoco hay una individualidad que no esté
formada por partes. Los dos extremos de la individualidad, son: “Vacío y Todo Infinito”.
No importa
por donde es dividida una individualidad, el resultado nosotros recordando su
procedencia, consideramos estas divisiones como pertenecientes o piezas de la
individualidad de procedencia. Es lo que origina el error al observar la Vida.
En la Vida
cada parte es una individualidad, algo que es así hasta que las divisiones
llegan a ser trozos de Vacío, cada parte es un Todo, una Individualidad, un
Absoluto. Porque como dice la frase: “El Todo
está en las partes, en cada una”.
Pero ocurre
lo mismo si unimos individualidades, muchos granos de arena, son “Una roca, una montaña, un planeta, una estrella, una
constelación”. No importa cuantas
individualidades integremos, solamente originarán una sola individualidad. Pues
seguimos teniendo en nuestra mente la frase: “Las
partes están en el Todo, cada una y todas ellas, son eternamente Todo”.
Pero lo que
es más curioso es, que cada individualidad es eternamente individual, no
importa dónde esté integrada o separada, la frase permanece inmutable: “Sin dejar de ser parte, solamente hay Todo, existiendo
solamente el Todo, la individualidad propia permanece inmutable”.
Es un
trabalenguas, un concepto para verborrear, para elucubrar, para complicar las
cosas y no entender la Vida. Pero es precisamente el tener un buen manual, lo
que nos permite usar lo complicado, lo que no entendemos.
Acostumbrados
a pertenecer a grupos: “Familiares,
amistosos, sociales, de trabajo, pareja, asociaciones, …,”, a veces descuidamos nuestra individualidad. Nos acostumbramos
a vernos en la individualidad familiar o de pareja, que pensamos que no somos
nada, si nos separamos o nos separan del grupo en el que hemos estado o nos
hemos sentido integrados.
Nuestra
individualidad, ha quedado perdida en la individualidad en la que nos habíamos
integrado. Perdiendo la autoestima, el respeto, el amor por la individualidad,
que aportamos a cualquier individualidad en la que nos integremos. Perdemos el
respeto, el amor, el sentido de responsabilidad, hacia las individualidades
integradas en la nuestra.
Los granos
de arena funcionan como galaxia, integrados en la galaxia, sin dejar de ser
granos de arena. Formado su Universo, al mismo tiempo por células y átomos, de
cuya individualidad individual y como grano de arena, tiene su cuota de responsabilidad.
No puede
cumplirse la frase de “Las partes están en el Todo, el Todo en las partes”, sin
el respeto y la responsabilidad provenientes del amor. Es un amor inclusivo y
también dispersivo, pues no puede existir un Todo, sin existencia del Vacío
donde existe. Pero un Vacío sin existencia, no podría ser Todo.
No puede
haber pareja si no aportamos nuestra individualidad, pero tiene que haber otra
individualidad que nos acepte, para poder existir como “Una” pareja, en el
amor. Ese respeto es el que permite recuperar nuestra individualidad, cuando la
individualidad pareja desaparece, lo que no puede desaparecer que no es
perteneciente al tipo de individualidad, sino a la propia individualidad, en
manifestación de Vacío o de Todo, que es el Amor.
Cuando recuperamos
nuestra individualidad, no podemos dejar de amarnos, porque es amor lo que
permite que nos integremos, y que nuestras partes sean la individualidad que
somos. Por ello el respeto no depende, de los por qué, que motivan el ser
excluidos de otra individualidad, o por los que hemos abandonado la
individualidad, el amarnos no es por lo que somos, no es porque estemos
satisfechos o creamos que somos importantes, amarnos es hacia nuestra
individualidad, como Vacío y como Todo.
Es algo que
nunca dejamos de ser: Lo que somos. Independientemente de nuestra propia opinión
o de las ajenas, nunca dejaremos de ser lo que somos: “La parte del Todo y el Todo en el Vacío”.
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