No ha
existido civilización o imperio excepto una, que haya logrado existir desde el principio
de los tiempos del hombre hasta nuestros días y que podamos asegurar que durará
hasta el final de nuestros tiempos, cuando la Vida nos dé el premio que hemos
ganado. Nunca mejor usada la palabra “ganado”.
Gobierno y
pueblo, una estructura sólida que ha creado los cimientos y muros de gilipollopolis, capital y única ciudad y sociedad que
hemos creado.
Nuestro sistema
de gobierno es pedir que el pueblo pague la destrucción de su hogar y que dé
dinero para reconstruirlo. Para ahorrar y que funcione la economía, se ha
creado el autoservicio de hágalo usted mismo, ¡destrúyase, y reconstrúyase!. Para
que todo funcione, los inútiles que no valen para destruir ni para construir, se
les manda al gobierno o sus departamentos.
Lo mejor
es, que hemos conseguido no aprender nada, seguimos funcionando igual, eso sí, hemos evolucionado, antes nos matábamos con las manos o con piedras, y ahora
con gases, con bombas, de desesperación, de falta de dignidad. También tenemos
móviles y tablets, por lo que no tenemos que comunicarnos personalmente nuestra
ignorancia y manías.
Eso sí,
hubo uno que dijo que: “Quien no aprende de su historia, está condenado a
repetirla”, “Un pueblo que no conoce o aprende de su historia está condenado a
repetirla”, algo que hemos seguido al pie de la letra para que nada cambie en
nuestras vidas: buenas guerras, todo barato pues carecemos de valores, nos
esforzamos por no encontrar la humanidad para tener algo que buscar, así que
procuramos no mirar en nuestras vidas, en nuestra historia.
En España,
si miramos las noticias, como somos los mejores, y sin por ello pensar que ha
habido una época en la que cambiamos de ciudad, viviendo fuera de gilipollopolis,
solamente somos capaces de intentar regresar a la segunda república: fieles
seguidores de la democracia rusa de Lenin y Stalin, de todos pensando lo mismo
y caminando en una dirección, los que se atrevían a pensar les explotaba el
cerebro, muriéndose o siendo purgados todos los que no eran el más fuerte, que
era presidente del gobierno, pero aquí cambiábamos de gobierno casi a diario,
caminábamos con una sola pierna la izquierda, lo hacíamos todo con la mano
izquierda y se prohibieron los espejos, que hacen que la izquierda se refleje
como derecha.
La iglesia
que hablaba de valores y libertad, independientemente de lo que hiciese, fue
perseguida pues alguno podría ser capaz de seguir lo que le decían, la derecha
prohibida. También fue prohibida la filosofía oriental, pues cuando cortas la
parte derecha de algo, la menos izquierda se convierte en derecha, según esa
filosofía. Menos mal que en la república si te dicen que es izquierda, pues es
izquierda y no hay más que hablar.
Así que
cuando echaron al rey, le dijo a los republicanos: “Brutus tú también, hijo mío”,
o quizás fue un romano que se llamaba como un mes, pero no me acuerdo de su
nombre que era muy eléctrico.
Bueno pues
ahora tenemos a Pedro y Pablo, los padres de la iglesia comunista, defensores
del Dios Chavez y su libertad coreana del norte, que en lugar de arruinarnos dándole
el dinero español a Rusia, se lo darán a ellos, porque el comunismo volverá a
ser lo que era y crearemos la Unión de Repúblicas Comunistas y Socialistas de
España, en las que al que se mueva se le dará literatura y música: “The Wall” y
“El castillo”, para que se sientan como reyes, comunistas de izquierdas por
supuesto.
Cualquiera
que mire las promesas de la izquierda, verá lo que hay en las conclusiones de
sus historias: Corrupción, corrupción, corrupción, desconocimiento de lo que
significa libertad.
No es que
sea algo exclusivo de la izquierda, pero difícilmente encontraremos una época
en la que los dirigentes pudiesen ser más ignorantes e inútiles que ahora. Siempre en
gilipollilandia los gobernantes han sido los que no valen para otra cosa, como
pagar la destrucción y la reconstrucción de la sociedad, destruyéndola y
reconstruyéndola personalmente, pero es que estos no valen ni para gobernantes.
Pero si
miramos sus declaraciones, sus ideas, sus proyectos, sus promesas y su
capacidad, dan ganas de mandarlos a gobernar otro país, otro estado, otro
imperio, otra sociedad, si es que el hombre hubiese podido crear otro lugar
fuera de: “Gilipollilandia y sus ciudades gilipollopolis”.
Como tenemos
prohibido tener religión, aunque seamos ateos: “Que el Señor nos pille
confesados”.
Por si
alguien me acusa de sedición, lo he escrito con la mano y el ojo izquierdos.
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