Generalmente, todos buscamos el
equilibrio en nuestras vidas, en todos sus aspectos, en todas sus
circunstancias, pero el equilibrio deseado no suele ser el mismo de una persona
a otra, de un grupo a otro, de una especie u otra, de un momento a otro.
En su
forma más simple y heredado de oriente, hemos encontrado que el equilibrio
deseado se define como el del Yin y el Yang, el equilibrio de las dualidades, aun
sabiendo que los ingredientes, los parámetros, que entran en cualquier
equilibrio son infinitos.
Buda dice,
que no existe en las manifestaciones de la Vida algo que intrínsecamente y en
sí mismo, sea absolutamente malo o bueno, que una de las razones es por la
inexistencia de un ego (anatman, anatta) como entidad de las cosas, que todo lo creado carece de
ego. En la Vida, es aceptado que Todo cuando es mirado o percibido, tiene una
mitad Yin y la otra Yang, especificando que, esta denominación depende siempre
del punto desde donde observamos, no del objeto observado.
La dualidad
más conocida, trabajada, pensada y estudiada es: “El Bien y el Mal”, explicada y regulada en religiones, filosofías, reglas
de convivencia y en cuanto a lo que es conveniente a nuestra supervivencia,
lugar desde donde principalmente se mira esta dualidad.
El
problema para analizarla es que, es difícil ver algo en profundidad si no se
analiza sin intereses propios o ajenos. No es posible ver la realidad, si
ponemos condiciones y deseos en el resultado, no es posible entender la
condición de bueno o malo, o el equilibrio de la Vida, si el resultado tiene
que ser que nosotros somos el centro de este equilibrio, que si no es
beneficioso para nosotros es desequilibrio o malo.
Si el
hombre desaparece de la Tierra, es malo para él, bueno para casi todo lo demás.
No puede ser bueno para todos los demás, porque tiene que haber mitad Yin, pero
obviamente muchos animales y plantas vivirían con más tranquilidad. Que
pongamos más policías sería bueno para muchos ciudadanos y malo para otros. Que
hubiese buenos políticos sería bueno para muchos y malo para muchos.
La Vida en
sí misma no percibe mitades, ni ego, ni separación, razón por la que no sabe de
equilibrios o desequilibrios, ni de Vida, es por lo que Ella nunca se
desequilibra en ninguna de sus manifestaciones, porque simplemente acepta y se
entrega a lo que existe o no, en el ahora. Siendo cada cosa lo que es como
resultado final, el equilibrio está garantizado. La desaparición de las
especies, la aparición de enfermedades, los cataclismos, los años de bonanza
para una parte de la vida que observamos o los de decadencia, nunca es por
desequilibrios, es el resultado de equilibrio del Absoluto de la Vida. Nosotros,
al mirar una sola parte desde nuestro propio interés, con datos y parámetros
finitos, vemos un desequilibrio, que simplemente muestra la falta de confianza,
en lo que lleva billones de años existiendo equilibradamente.
Para
equilibrar también nuestras vidas, nuestro pequeño universo, debemos equilibrar
los dos aspectos de: malo-bueno, correcto-incorrecto, me gusta-me disgusta, el
bien-el mal, Yin-Yang.
Debemos aceptar tanto odio o
indiferencia, como amor deseamos. Tanta pobreza como bienestar. Tanta guerra
como paz. Tanta hambre como deseemos alimentarnos suficientemente. Tanta
injusticia como justicia deseemos.
La Vida siempre está en equilibrio,
porque no diferencia entre las polaridades, intrínsecamente no hay algo que
pueda decirse bueno o malo o poseedor o ser poseído por un ego, como dice Buda.
Es por ello que: “Al aceptar la existencia de lo contrario a nuestros deseos, la
Vida no lo manifestará, sino que será la consecuencia de cómo vivamos y
alcancemos nuestros deseos, porque la polaridad en las consecuencias o manifestación
de lo bueno, depende de nosotros”. Al tratar
de impedir el equilibrio con la no aceptación de lo malo, este tiene que
equilibrar el bien manifestándose como mal.
Vivir en la Luz, no es posible si
negamos, ocultamos o tratamos de destruir la oscuridad. Vivir en la Luz, es, “Siendo
Luz iluminando la oscuridad”.
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