Viendo las
noticias, un amigo soñador creyó encontrar el negocio del siglo.
Ante la
escasez de dignidad, pensó que aparte del agua, este es el mejor negocio:
escasez, una necesidad perentoria antes de que nos carguemos la sociedad, algo
que nos lleva a la angustia y en cambio es desconocida por las personas de la
Tierra. Sería el néctar que curaría la mayoría de las enfermedades de la
sociedad, de la humanidad, el medicamento soñado, la piedra filosofal que
cambiaría el sufrimiento en Felicidad.
No sé cuantos
años ha dedicado a intentarlo, ha buscado por todas partes, no me extrañaría
que hubiese ido incluso a otros planetas, finalmente a pesar de la vergüenza
que le daba decírmelo, me ha dicho que no ha encontrado en la sociedad, ninguno
de los ingredientes necesarios para crear el medicamento.
No se
defiende la Verdad, ni la Justicia, ni la Dignidad, ni se respeta a los demás,
ni tan siquiera ha encontrado a quien se respete a sí mismo.
Ha
encontrado muchas y buenas personas, pero en cuanto les dicen que vayan a pegar
tiros, a firmar unos papeles, que contesten que no saben o que no se puede, que
se callen, que no miren lo que pasa, que se escondan, que no se respeten, lo
hacen. Y es que las buenas personas llevan la carga del silencio de los
borregos, pero lo peor es que no se respetan para entregarse a la Verdad, a la
Dignidad, a la Justicia.
Finalmente,
mi amigo que iba a poner un kiosco de Dignidad a la puerta del Parlament catalán,
en los caminos del Pedro, que manda a sus huestes a las huelgas hasta la
demolición del PP. Que no importa el perjuicio que nos ocurra a la tropa
española, a los silenciosos, a los pobres, no pactará nunca por muy necesario
que sea, si no consigue el poder. Que les paguen a los independentistas, a los nacionalistas con el dinero del pueblo por los presupuestos, porque ellos no firmarán, si no es a cambio del gobierno.
En las
entradas de las sedes de los Partidos, en las de las ONG, en las de las
Administraciones, en las de cada casa. Probablemente se habría convertido en la
mayor multinacional de ayuda a la Humanización. Lástima que no haya encontrado
ni uno de los ingredientes necesarios para fabricar un sucedáneo de Dignidad,
eso que hemos dejado de nombrar, de buscar, de pensar, como cuando abrimos el
grifo y terminamos de pensar, de hablar, de hacer lo que nos ha surgido, antes
de llenar el vaso, olvidados de que la gente muere de sed.
Dicen que
para ser felices lo mejor es no saber, pero nos hemos sumergido en una
ignorancia tal, que solamente fabricamos sufrimiento.
No importa
lo que intentemos crear, sin Dignidad nos llevará al sufrimiento. Tratamos de
ser buenas personas, no molestar a los demás, no hacer lo que no debemos según
nos han enseñado, aguantar para que los demás no se sientan ofendidos, no mirar
lo que pensamos por si es algo que no está de acuerdo con lo establecido.
Cuando nos
rebelamos, vamos en contra, a imponer lo nuestro, a masacrar al que diga lo contrario,
a ridiculizarlo.
Finalmente
es el silencio de los borregos o el ladrido de los perros, el que se escucha en
nuestras sociedades, en la que el único pastor que guía el rebaño es nuestra Indignidad.
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