Hay un
koan, que explica claramente el por qué de las dificultades para encontrar no
solamente a Dios, la Vida o lo que somos, sino cualquiera de las metas que
tratamos desesperadamente de alcanzar.
Buscamos la
Espiritualidad, la Paz, el Amor, la tranquilidad del Alma, la Humanidad a la
que decimos pertenecer, pero pasan los años, las vidas, los siglos y los
milenios y aún no tenemos esperanzas de vislumbrar una pequeña parte de lo
buscado. Pareciera que cuanto más nos esforzamos en encontrar la realidad de
nuestros sueños, de nuestros anhelos, más nos separamos de lo buscado.
Cuando Boddhidarma
perdió la esperanza de encontrar alguien dispuesto a dar cuanto era para seguir
la transmisión del Zen en China, Taiso Eka en japonés y Dazu Huike en chino,
tras cortarse el brazo o la mano, fue junto al Maestro sentado mirando la pared
y le dijo:
41. Boddhidarma
apacigua la mente.
“¡Encuentra tu mente y
tráela, yo la calmaré por ti!” le dijo Boddhidarma.
“Cuando busco mi mente no puedo dar con ella” replicó el sucesor.
Entonces Bodhidharma le
dijo: “¡Eso es!, ¡ya he apaciguado tu
mente por ti!”
concluyó Boddhidarma.
Que nos
parece como si: “Teniendo sed, alguien nos dice que bebamos agua para calmarla.
Le decimos que porque no la encontramos es por lo que tenemos sed y nos dicen
que, al no tener agua se nos ha quitado la sed”.
Obviamente, si no percibimos el viento es porque está en calma, si no hay oleaje u ondas en
el agua es porque está tranquila, por tanto, una mente tranquila es difícil de
encontrar.
Pero a
veces, el que las veamos tranquilas o agitadas es el origen del problema. Cuanto
más progresamos en nuestro entendimiento y conocimiento científico de la Vida y
sus manifestaciones, más y más la dividimos en partes para analizarla y saber
acerca de su totalidad.
Tratamos, de
saber lo que es la totalidad analizando las partes, en las que obviamente
faltará siempre una, que es la más importante para saber lo que realmente
buscamos: ¿Quién soy?, y esa parte es quien la está analizando, quien busca, el
que trata de saber lo que son las partes.
Buscamos la
Espiritualidad, separándola de la mente y las emociones. Buscamos a Dios
separándolo de su Creación. Buscamos la Paz, el Amor, fuera de lo que somos. Buscamos
lo que somos, y tratamos de ser los que encontremos la explicación de lo que
queremos ser o hemos sido, pues es imposible encontrar o saber lo que estamos
siendo.
Se atormenta
la mente, al no encontrar explicaciones a lo que hacen, sienten y son las otras
partes de nuestro ser. Se atormenta, viendo nuestra falta de confianza en ella,
al pretender ser los que pensamos y controlamos su hacer. Se atormenta, al
verse separada y abandonada, razón por la que necesitamos buscarla y tratamos
de encontrarla.
Solamente es
necesario buscar aquello que no forma parte de lo que somos, lo que estando
separado podemos presentar al Gran Maestro de la Vida, el Ser que incluye Todo,
al cuál nada puede ser presentado, por no haber a quién presentarle, algo que
presentar o alguien que presente.
No obstante,
nuestra existencia pasa por ir una y otra vez a postrarnos ante el Maestro,
para escuchar cuantas veces nos sean necesarias: “¡Encuentra tu mente y tráela, yo la calmaré por ti!”.
No importa qué es lo que hemos encontrado, si se lo llevamos al Maestro y postramos cuanto somos ante Él, nos será integrado en lo que estamos siendo.
No importa qué es lo que hemos encontrado, si se lo llevamos al Maestro y postramos cuanto somos ante Él, nos será integrado en lo que estamos siendo.
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