No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 10 de enero de 2019

EL TODO

          Es algo de lo que deberíamos reírnos, pero la verdad es que no es cosa de risa.
          Hemos creado tanto escrito, filosofado y puesto nuestro ser y esfuerzo tratando de alcanzarlo, de descubrirlo, de conocerlo, que podríamos haber ido al Cielo varias veces, bien en la Tierra, en nuestras vidas o incluso al Cielo que soñamos, con el esfuerzo realizado desde los albores, de esa búsqueda de la Humanidad, que llevamos toda nuestra vida diciendo que vamos a realizar.
          Me refiero, al encuentro de ese Todo esquivo, del que pensamos somos una parte. Le llamamos de muchas maneras, incluso decimos que no existe o que no tiene nombre, pero la verdad es que confiamos que sí exista y que un día seamos acogidos por Él, en Él y no sentir la soledad de pensar que estamos tan solos, que no somos capaces de estar con nosotros mismos.
          Si miramos nuestras partes, tienen problemas, a veces no pueden manifestar o ejercer su responsabilidad siendo lo que son y realizando su función. Hablo, de esas manos, que por muy torpes que seamos, tratan incansables de realizar su cometido, aunque no pongamos mucho empeño en ayudarlas. Ese corazón, que late incluso cuando hemos perdido la conciencia de estar viviendo, sumidos en un sueño para recuperar nuestras fuerzas, sin que se le permita descansar mientras conservemos un aliento de vida. Ese cuerpo, que nos permite vivir en esta dualidad y crear en la materia, que necesitando que le permitamos estar bien para que podamos disfrutar de nuestros momentos, se sacrifica por hacer lo que le ordenamos, sin pensar si puede o le apetece.
          Esa mente que mantenemos siempre pensando sin permitirle descansar, la mayoría del tiempo en cosas inútiles, al creer, que ella sola debe de hacerlo para resolver nuestras dudas e ignorancias. Olvidando, que es una parte del Todo que somos, que hará lo que necesitemos y hayamos aprendido a hacer con ella y cómo es utilizada en conjunto con el resto de las partes, para llegar donde nos dirigimos.
          Al mismo tiempo que olvidamos nuestras responsabilidades como Todo, nos irresponsabilizamos de nuestra función en el Todo que integramos, sin importar cuál de ellos.
          Profesionalmente pensamos en lo que nos merecemos o necesitamos, sin pensar en las responsabilidades para la sociedad.
          Como padres, como hijos, como humanos, podemos mirar la sociedad que hemos creado de la que somos partes.
          Decimos ser Vida, formar parte de la Creación, ser seres humanos, pero si miramos a nuestro primer Todo Cósmico: “La Tierra”, que es nuestro primer, cuerpo, mente, alma, espíritu, que hemos creado como partes, y al mismo tiempo no podemos existir sin que exista como Todo, sabríamos lo que estamos haciendo con esa Vida, ese Dios, ese Todo Absoluto del que decimos ser parte, pero nunca hemos funcionado siéndolo.
          Tratamos de que alguien nos enseñe a funcionar en ser lo que somos, lo que decimos ser, pero nuestra queja es: “Que no hay buenos Maestros”.
          Si alguna de nuestras partes, sintiese esa falta de responsabilidad como parte, probablemente habríamos dejado de ser parte: de la Tierra, del reino animal, incluso de la propia Vida.
          Hemos encontrado culpables a las partes que somos, a todos los Todo que somos, a las otras partes, a las instituciones que hemos creado (creado los demás), pero al final, nuestra incompetencia, nuestra falta de responsabilidad en ser lo que decimos ser o por el incumplimiento de nuestras funciones y responsabilidades, nuestras vidas caminan en la infelicidad como partes y como Todo.



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