Hemos creado
tanto escrito, filosofado y puesto nuestro ser y esfuerzo tratando de
alcanzarlo, de descubrirlo, de conocerlo, que podríamos haber ido al Cielo
varias veces, bien en la Tierra, en nuestras vidas o incluso al Cielo que
soñamos, con el esfuerzo realizado desde los albores, de esa búsqueda de la
Humanidad, que llevamos toda nuestra vida diciendo que vamos a realizar.
Me refiero,
al encuentro de ese Todo esquivo, del que pensamos somos una parte. Le llamamos
de muchas maneras, incluso decimos que no existe o que no tiene nombre, pero la
verdad es que confiamos que sí exista y que un día seamos acogidos por Él, en
Él y no sentir la soledad de pensar que estamos tan solos, que no somos capaces
de estar con nosotros mismos.
Si miramos
nuestras partes, tienen problemas, a veces no pueden manifestar o ejercer su
responsabilidad siendo lo que son y realizando su función. Hablo, de esas manos,
que por muy torpes que seamos, tratan incansables de realizar su cometido,
aunque no pongamos mucho empeño en ayudarlas. Ese corazón, que late incluso
cuando hemos perdido la conciencia de estar viviendo, sumidos en un sueño para
recuperar nuestras fuerzas, sin que se le permita descansar mientras conservemos
un aliento de vida. Ese cuerpo, que nos permite vivir en esta dualidad y crear
en la materia, que necesitando que le permitamos estar bien para que podamos
disfrutar de nuestros momentos, se sacrifica por hacer lo que le ordenamos, sin
pensar si puede o le apetece.
Esa mente
que mantenemos siempre pensando sin permitirle descansar, la mayoría del tiempo
en cosas inútiles, al creer, que ella sola debe de hacerlo para resolver
nuestras dudas e ignorancias. Olvidando, que es una parte del Todo que somos,
que hará lo que necesitemos y hayamos aprendido a hacer con ella y cómo es
utilizada en conjunto con el resto de las partes, para llegar donde nos
dirigimos.
Al mismo
tiempo que olvidamos nuestras responsabilidades como Todo, nos
irresponsabilizamos de nuestra función en el Todo que integramos, sin importar
cuál de ellos.
Profesionalmente
pensamos en lo que nos merecemos o necesitamos, sin pensar en las
responsabilidades para la sociedad.
Como padres,
como hijos, como humanos, podemos mirar la sociedad que hemos creado de la que
somos partes.
Decimos ser
Vida, formar parte de la Creación, ser seres humanos, pero si miramos a nuestro
primer Todo Cósmico: “La Tierra”, que es nuestro primer,
cuerpo, mente, alma, espíritu, que hemos creado como partes, y al mismo tiempo
no podemos existir sin que exista como Todo, sabríamos lo que estamos haciendo
con esa Vida, ese Dios, ese Todo Absoluto del que decimos ser parte, pero nunca
hemos funcionado siéndolo.
Tratamos de
que alguien nos enseñe a funcionar en ser lo que somos, lo que decimos ser,
pero nuestra queja es: “Que no hay buenos Maestros”.
Si alguna
de nuestras partes, sintiese esa falta de responsabilidad como parte, probablemente
habríamos dejado de ser parte: de la Tierra, del reino animal, incluso de la
propia Vida.
Hemos encontrado
culpables a las partes que somos, a todos los Todo que somos, a las otras
partes, a las instituciones que hemos creado (creado los demás), pero al final,
nuestra incompetencia, nuestra falta de responsabilidad en ser lo que decimos
ser o por el incumplimiento de nuestras funciones y responsabilidades, nuestras
vidas caminan en la infelicidad como partes y como Todo.
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