Vemos cómo al recobrar la llamada
normalidad, de nuevo nos reunimos, viajamos, y cuando surge el problema, pedimos
al gobierno mano dura, a los demás, responsabilidad y que se usen todos los
medios para controlar el cómo manifestamos nuestra libertad y si lo hacemos de
forma responsable.
Queremos que no interrumpan la
economía, pero que los demás no se acerquen a nosotros, usen mascarillas a
nuestro alrededor, pero nosotros que somos responsable, poder hacer lo que
deseemos.
Estamos preocupados por el cambio
climático, pero si usamos guantes de plástico o mascarillas, las tiramos por
las calles o en los campos y parques.
Hay pocos sembrados, en los que no
haya plástico, materiales peligrosos, cristales y escombros.
Pero lo importante es que alguien limpie
los mares, al menos, las playas y lo que se ve.
Pedimos que se termine la corrupción, pero
la de los demás o la que nos afecta negativamente.
Pedimos Justicia, pero si tenemos
amigos, podemos conseguir ser inocentes en nuestra delincuencia.
Pedimos respeto, pero en aras de
nuestra libertad y opinar lo que nos dé la gana, abusamos de los demás. Y en
caso de callarnos, somos abusados.
Pedimos igualdad, pero con los que
tienen más que nosotros de lo que queremos y de los que tienen menos de lo que
no.
Porque para ser iguales, hay que
respetar la desigualdad, ganándose los derechos y no porque alguien nos los dé.
Una sociedad que funcione como
deseamos la mayoría, se llama democracia. Pero la democracia, no se obtiene, cuando
necesitamos que los demás nos obliguen a ser como decimos ser.
La sociedad es fruto de nuestra manifestación
individual.
Nadie puede, ni debe controlarla y
obligarla a ser correcta por medio de leyes y su enforzamiento.
La culpa, no es de los demás sino de
todos, de lo que vemos alrededor.
El que la responsabilidad de nuestras
vidas, la hayamos puesto en: Dio, la religión, los políticos, los empresarios,
los poderes, las leyes, los filósofos y cualquier persona que designemos, que tenga
que crear la vida que deseamos.
En una vida de: igualdad, respeto,
amor, bienestar, paz y humanidad, todos estamos de acuerdo. Pero su ruptura, la
creación de los opuestos, una sociedad en la que todos estamos en desacuerdo,
es responsabilidad de todos, especialmente mía.
La responsabilidad no es de las instituciones, ni de las leyes, ni tan siquiera de la sociedad, sino de nosotros, sus creadores.
La responsabilidad no es de las instituciones, ni de las leyes, ni tan siquiera de la sociedad, sino de nosotros, sus creadores.
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