No pretendo molestaros

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Yui Shin

jueves, 25 de junio de 2020

INCREDULIDAD

          Le pedí un día a Dios, que me permitiese disfrutar de la Vida. Me miró y sin decir una sola palabra, me dio un cuerpo.
          Pero me faltaba algo, pues había muchas cosas que sentía fuera de mí, que deseaba conocer. Me dio piernas, ojos, oídos, nariz, lengua, para conocerlos y unos brazos para acercarlos a mí y abrazarlos.
          Pero mi insatisfacción, seguía aumentando, pues no sentía nada con ello. Me dio sentimientos, para que pudiese emocionarme con lo que vivía.
          De nuevo fui a mostrarle mi insatisfacción, pues no podía diferenciar lo que era bueno de lo malo, lo que me daba alegría de la tristeza. Me dio una mente, para que pudiese saber de mis acciones y las consecuencias o frutos de ellas.
          Pero comprendiendo que sólo sabía de mi conveniencia o intereses, le hablé de mi soledad. Me dio el Amor, para que pudiese manifestar la Humanidad.
          Pero el tiempo perdido, en controlar y dirigir todo lo que me daba, me impedía vivir: Enfermedades en el cuerpo, caballos desbocados en la mente, ver las consecuencias de mis acciones, oír las respuestas a mis palabras, unos brazos que usaba para manifestar el amor para conseguir lo que deseaba, sentimientos de insatisfacción.
          Me convencí de que Dios se estaba burlando de mí, que cuanto me daba, era para librarse Él de tener que trabajar, que se divertía viendo mis complicaciones, mi sinvivir, y la insatisfacción, de no conseguir nada de lo que le había pedido y decía haberme dado.
          Regresé a verle, y desde lo más profundo de mi ser, le arrojé mi frustración, diciéndole que: desde ese momento, me consideraría ateo, que nunca más le vería o hablaría.
          Me miró sonriente, asintió, y creó: los ríos y los lagos, me regaló un espejo, y puso estrellas y pájaros.
          Alejado de Dios, sin pensar ni tan siquiera un instante en Él, me miro en los lagos y ríos, miro el reflejo en el espejo. Miro el sol en las mañanas, las estrellas en las noches. Escucho los pájaros al caminar.
          En mi ignorancia, pienso que no veré, escucharé, ni caminaré al lado de Dios, nunca más.


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