No pretendo molestaros

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Yui Shin

sábado, 29 de agosto de 2020

AMANECIENDO

 


          Hay tanta desesperación en contemplar que todo aquello que tenemos, que deseamos, que nos rodea, va desapareciendo continuamente sin descanso.

          Vemos cómo vamos quedándonos solos, porque cuanto nos acompaña y hace que sintamos bienestar desaparece, hasta que un día perdemos al único que no nos ha abandonado en nuestra vida terrenal: nuestro cuerpo, dejando abandonado no sólo a nosotros, sino a cuantos cuentan con nosotros, que son privados de nuestra presencia.

          Si miramos a nuestro alrededor, quizás con mirada que permita ver en la lejanía y la profundidad, podríamos ver cómo nada se va, cómo nada se aleja de nuestras vidas, si no es, para que encontremos al único que no podemos encontrar, a ese yo que somos, a ese ser que es nosotros mismos.

          Cada amanecer, el Sol ilumina nuestro despertar, consigue que la luz penetre en nuestras vidas. Nos gustaría que nuestro vivir estuviese iluminado. Pero el Sol sabe que no estamos solos, que al otro lado, en otro mundo, hay quienes viven en la oscuridad sin su presencia.

          Así que viaja errante por el cielo, tratando de recordarnos, que no podemos ver nuestra luz en su presencia, que no es Él quien tiene que iluminar nuestra vida.

          La Luna, nos recuerda que el Sol no se ha ido, que está iluminando a los demás, para que en la esperanza de todos, siga viva la llama de la luz propia. Ella solamente refleja la luz del Sol, sabe que no puede haber luz, sin la existencia de la oscuridad, que permite iluminar a la luz y que puede reflejarla en su oscuridad, para que veamos y recordemos que la oscuridad es lo que tenemos que iluminar, que puede ser iluminada y llevar la luz que emitimos a otros mundos, a otras personas y vidas.

          Nos enseña, que cuando están cerca, la Luna desaparece, pues la luz del Sol impide que su oscuridad pueda ser vista, al estar iluminada. Pero que la otra mitad, sólo queda iluminada por estrellas lejanas, algunas de las cuales no tienen existencia en la dualidad.

          Nuestras vidas pueden estar iluminadas, por leyes, por creencias, por conocimientos, por ese Sol que nunca nos abandona, por muy extremas que sean las circunstancias, regresando incluso cuando todo está cubierto con nubes negras.

          Pero seremos reflejo de la Luz, un simple espejo, que refleja la luz que hay en su vida. Luz a la que no le da vida, al no ser luz propia, sino, la que ilumina nuestra oscuridad.

          El Sol y la Luna, regresan cada día, cada noche, más mayores, diferentes, pero siempre trayendo la luz que han dado y reflejado desde el principio de los tiempos, desde antes de que naciese el tiempo.

          Nada desaparece, nada se va, porque en cada amanecer, la luz que lo ilumina es la que ha evolucionado y asimilado todas las oscuridades que ha iluminado.

          Cada día que nos levantamos, en nosotros están todos cuantos hemos sido en los infinitos ahora, y lo que hemos vivido, aprendido y asimilado de cuantos han existido a nuestro alrededor en todos los amaneceres que hemos vivido.

          Somos el producto final de innumerables vidas y amaneceres, que nos recuerdan que la Luz tiene que estar en nosotros si queremos ser Amanecer.



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