Un día, al grito ¡Que viene el lobo!,
nadie acudió y el lobo se comió las ovejas.
Cuántas vidas se habrán salvado al
poder cortar unas ramas o un árbol y hacer fuego en la cueva, o viajando en la
intemperie.
Cuantos tesoros de valor, podemos
contemplar ahora, por estar protegidos por marcos, por una caja, y sobre todo
un tejado.
Estamos viviendo ahora, gracias a esos
manantiales y arroyos en los que podíamos beber estando perdidos en los montes,
selvas, o esos manantiales encontrados en los desiertos.
Hemos cortado árboles, que nos
permitieron descubrir nuevos mundos y mejores lugares donde vivir, o a donde
poder ir cuando éramos demasiados en las tierras de nuestros ancestros.
Nuestras carreteras, nos permiten
viajar a lugares lejanos con facilidad. Nuestras fábricas permiten que todo nos
sea facilitado, para vivir con poco esfuerzo.
Pero un día vino realmente el lobo, la
Tierra no nos mentía del todo, Ella veía al lobo a lo lejos.
Pero la Tierra era tan grande, había
tantas cosas que deseábamos, podíamos hacer tantas cosas sin tener que
preocuparnos, que es difícil beber en los manantiales y arroyos, bañarse en los
ríos y mares, respirar aíre limpio, cultivar sin pesticidas y químicos, comer
tranquilamente la carne de caza, incluso hay que tener cuidado con carne y
pescado, por si nos transmiten enfermedades.
Nuestra despreocupación e
irresponsabilidad, ignorando las llamadas de la Tierra y del Sentido Común,
avisándonos de que estábamos alimentando al lobo, que habíamos descuidado las
ovejas, que en nuestra irresponsabilidad, ignorábamos los avisos que nos
avisaban de los peligros.
Que viene la peste, que viene el
cólera, que viene la tuberculosis, que viene la lepra, el dengue, la malaria,
la gripe española, unas vacas locas, un virus con corona, pero ni tan siquiera
el que nos tengamos que encerrar, que tengamos que separarnos, aislarnos, que
podamos leer en los libros de historia y novelas, la cantidad de muertos en
otras épocas, en otros países en otros continentes, nos ayuda a escuchar.
Tantas veces en la vida, el lobo nos
come los sueños, lo que pensábamos que habíamos creado, simplemente por ignorar
los avisos.
Tantas veces, somos los que pedimos
socorro porque viene el lobo, y pensamos que era broma y seguimos haciendo lo
mismo y de la misma forma.
Hemos creado una Tierra que nos
envenena, una sociedad en la que no podemos vivir, una libertad que nos obliga
a imponerla con la ley, una espiritualidad escrita en los libros, una honradez
para los demás, pero seguimos tumbados al sol, pensando que la Tierra es muy
grande, que la Humanidad puede arreglar cualquier situación, que la Libertad
nos permitirá cambiar todo aquello que deseemos.
Dicen que el peligro está en el cambio
climático, en la corrupción del poder, en la falta de humanidad de los demás,
en que los demás abusan y maltratan a nuestra madre Tierra.
Pero a veces el peligro está en no
escuchar el Sentido Común, en no escuchar que el lobo puede destruir lo que
hemos creído construir, no sólo al rebaño, sino también al pastor.
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