No hay nada alrededor, que no
determine, ayude o influya en la vida que viviremos, nuestro pensamiento,
emocionalidad e ideales.
Aún así, tratamos de obtener
beneficios, hacer trampas en nuestras relaciones, con el único objetivo de
mejorar nuestro juego de vivir, nuestra posición social o de tener ventajas sobre
quienes nos relacionamos en la cercanía.
Olvidados que las cartas marcadas o
que obtenemos por medio de trampear el juego, añadiendo u ocultándolas a los
demás, nos hará ganar, pero creará perdedores a nuestro alrededor, entre
amigos, familiares, conocidos, compañeros y desconocidos, que tarde o temprano
recurrirán a hacer trampas que contrarresten las nuestras, dificultándonos el
juego de vivir.
Probablemente ganaremos la mano de
juego al Universo, a la Tierra, a la familia y a cuantos nos rodean, pero es lo
que nos llevará a aislarnos de la Vida, que no nos ve, que simplemente nos
permite en su entrega manifestarla.
Aislamiento, que nos impedirá
manifestarnos como personas, como seres humanos e incluso como Vida.
La Vida sólo juega al Uno, al
Solitario, las trampas realizadas en el juego de vivir, nos las hacemos a
nosotros mismos. El permitir tramposos, el hacer trampas, no mejora el juego,
no trae la armonía a él.
Vivir es un juego, en el que las
trampas llevarán a que se deje de jugar, que dejemos de vivir en el juego, como
tramposos o como consentidores de ventajistas.
La Vida seguirá teniendo jugadores que
la manifiesten, desgraciadamente no jugaremos nosotros, pues en el juego de
vivir, sólo la Dignidad, la Nobleza, la Armonía, hace posible a los jugadores
pertenecer al juego eternamente.
Ganarle el juego a la Vida o a la individualidad
que permite nuestra existencia, consiste en no tener donde manifestarnos,
simplemente no tendremos con quién jugar.
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