Cuenta Jesús acerca de una higuera, que no daba fruto. El señor de la viña, esperó el tiempo necesario, después siguió esperando, cuidándola aún más, pero no dio fruto.
La leña produjo un buen calor para el
invierno y pudieron comer cocinando con su leña.
Shakyamuni, dice que Todo es Buda,
siempre por toda la Eternidad, sin que haya un instante en el que dejemos de
serlo.
Confucio nos recuerda que le hemos
dado nombres a las cosas y a los sucesos, según su manifestación y funciones. Que
debe de haber una correspondencia, entre el nombre y la función que manifiesta
al existir y vivir.
Mi Maestro a veces, nos preguntaba si
meditábamos tanto para convertirnos en Budas, si nuestros deseos y esfuerzos
iban encaminados a conseguirlo.
Al responderle, nos recordaba que era
innecesario, el esfuerzo o la Meditación: Ya lo sois, nos recordaba.
Algunos llegábamos a dudar si merecía
la pena tanto esfuerzo, para conseguir ser, algo que ya éramos.
Cuando nos relajábamos, nos decía, si
estábamos, seguros o dubitativos, felices o infelices: ¡Vete a meditar!.
Y es que no hay nada mejor para el que
manda, que decirnos que hagamos cosas inútiles.
A veces nuestra mente se pone a jugar
con nosotros, nos recuerda: que somos Todo, que no hay un yo separado, que ya
somos Iluminación, cuando nos ha convencido, nos deja solos y vemos nuestras
miserias, nuestra ignorancia, nuestro no saber qué hacer con nuestra vida, el
sentir que no aguantamos a los demás. Y nos parece que la mente se ha estado
riendo de nosotros.
Es entonces cuando nos acordamos de la
Confusión o quizás sea Confucio: Somos seres humanos, somos Dios, somos Todo,
somos Meditación, no necesitamos dar frutos, puesto que somos el fruto-semilla-planta-tierra-agua,
y menos mal que tenemos que dormir, si no, podríamos seguir enumerando lo que
somos toda nuestra vida. Se me olvidaba que también somos Eternos, sin
Principio ni final.
Pero: ¿Dónde y cuándo, manifestamos
las funciones de esos nombres?
Al final, somos lo que somos,
eternamente no podemos ser otra cosa.
Lo que es difícil es saber qué, porque
por más que nos lo expliquen los Maestros ascendidos y descendidos, ni nos
acercamos a lo que dicen y a las funciones, tan siquiera de llamarnos “personas”,
lo de humanos parece una utopía, tampoco.
A veces, lo que más nos importa es el
Nombre que usamos para llamarnos.
En nuestra ignorancia, hemos llegado a
esa conclusión.
Pero lo fácil sería, manifestar y
vivir las funciones de lo que decimos o queremos ser, porque entonces el Nombre
nos caería por sí mismo.
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