En nuestra búsqueda de la Justicia,
hemos intentado seguir patrones, crear sociedades que por medio de costumbres
se manifiesten como humanas.
Hemos tenido líderes, guerreros,
espirituales y religiosos, que nos han señalado hacia dónde caminar, cómo debíamos
relacionarnos, cómo debíamos ser para que hubiese Justicia entre nosotros.
Era Justo y de Justicia Divina:
Asesinar a quien daba nombre diferente al nuestro al Único Dios, a quien
desobedecía sus reglas, sus leyes. Todas ellas dictadas por sus mensajeros, por
quienes guiaban nuestro caminar y vivir.
Era Justo y de Justicia, lo que
protegía y aumentaba el poder de nuestros líderes, reyes o amos: Asesinar a
quien tenía lo que deseaban, el poder disponer de nuestra vida y hacienda si éramos
vasallos indefensos o pobres, o de aquellos que se atrevieran a disputarles el
poder.
Para perpetuar esta Justicia, se
creaban leyes, con penas incluso de muerte a quien se rebelase o no las
cumpliese.
Desgraciadamente, los borregos
aprenden por memorización de lo que repetidamente hacen los pastores. No sólo
obedecen cuando se les manda, sino que cuando nadie lo hace siguen haciendo repetidamente
lo que le han enseñado o lo que han aprendido de sus amos.
Al final, la Justicia es determinada
por la Ley, por su letra, por lo escrito en sus artículos. Por lo que defiende
el Poder, el Abuso, el Retorcimiento de la letra de la ley.
Buscando la Justicia, tratando de
separarla del Abuso, la Corrupción, y la protección del fuerte, de la violación
de los débiles, llegamos a la conclusión de que había que separar los Poderes
que nos dominaban y eran dueños por Derecho de nuestras vidas y hacienda.
Pero el error está en la base, en los
cimientos de la propia Justicia: “La Justicia no puede ser Impuesta”.
Los cimientos de la Justicia no pueden
residir en cualquier tipo de Poder. Sus cimientos son el Pueblo, en la Dignidad
Individual, que les permita vivir en la Verdad Diferente de cada individuo. Que
impide el Abuso y la Violación, propia y de los demás.
La Verdad, cimentada en la Dignidad,
da base y fuerza al Valor, que permite el respeto propio y ajeno, no sólo de
las personas, sino de la Vida. El Valor no contiene la semilla del Abuso y la
Violación, de cualquier tipo, de cualquier naturaleza, pues su tierra de
cultivo es la Cobardía, el Miedo, la Indignidad.
Sólo con la Dignidad, es posible la
Justicia, pero no es la que se puede imponer, la que se tiene que aprender,
sino aquella Dignidad con la que nacemos como Humanos, no por ser personas,
sino por ser Vida.
La Humanidad y la Justicia, son Naturalezas de la propia Vida, con la que somos creados como su manifestación. Naturalezas que al ser consustanciales con nuestro Ser, no pueden ser impuestas sino mostradas y manifestadas en nuestro vivir.
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