La Vida me ha dado cuanto he
necesitado, en parte porque pocas veces he pedido más de lo que me daba. He
sido afortunado en mis estudios, pocos, pero buenos; he sido afortunado en mi
trabajo, he ascendido en todos los lugares donde trabaje y a veces gané mucho
dinero, por poco tiempo, pero no fue la Vida la que determinó que dejase de
ganarlo, sino yo quien se marchó a vivir a otros lugares, a otras culturas; fui
afortunado con mi familia, había de todo, por lo que pude aprender de todos, muchas
visiones de la vida.
Pero quizás la persona que me permitió
conocerme, no por imitación o memorizando sus opiniones o conocimientos, sino
por llevarme a amarme a mí mismo, sin mirar o pensar en qué o cómo soy, fue a
quien acepté como Maestro, a quien considero y será mi Único Maestro.
Escribo que sólo hay un Maestro que es
la Vida, pero el Concepto, la Mente y el Corazón, a veces le dan nombres
diferentes, incluso dan el nombre a formas que toma la Vida.
Me sorprende y a veces no llego a
entender la gran diferencia que hay en el uso de la palabra Maestro entre
oriente y occidente, pues son entendimientos contrapuestos, el Yin y el Yang,
en su definición.
Entender la diferencia entre la
enseñanza: Conocimiento, técnica, religiosa, del alma o espiritual, de un
maestro y lo que se puede esperar de un Maestro, que por Sabiduría, tiene que
asegurarse de no enseñarnos su conocimiento, sino que aseguremos y
desarrollemos el nuestro.
Afortunadamente, una vez más, mi
Maestro no sabía apenas inglés, que era la lengua en la que tenía que
expresarme en esos años. Él hablaba japonés, que yo no entendía en absoluto.
Sus charlas en japonés, debido al gran
número de extranjeros, estaban salpicadas de palabras o frases en inglés. Una
charla sobre el Dharma, sobre la Vida, sobre lo Absoluto de Buda, o sobre la
vida, experiencias, historias y koans de los Maestros Zen, no es fácil incluso
para japoneses eruditos, menos para un japonés de a pie, y complicada de
entender para un extranjero desde unas pocas frases, o de lo que recordaba y
había entendido un traductor.
Pero uno de los puntos fuertes del
Budismo y con ello del Zen, es la Gran Duda, que es buscar los infinitos
caminos de cada palabra o silencio, que llevan a su Naturaleza como Vida.
Le desobedecí, le llevé la contraria,
no le hice caso, creí que se equivocaba, que era un charlatán, que decía cosas
sin sentido para impresionarnos, hay tantas cosas en la mente, cuando apenas
entiendes lo que se habla a tu alrededor, cuando sólo estás tú y todos los
demás eran japoneses, que no se atrevían a hablar en inglés contigo.
Pero siempre fue mi Maestro, nunca ni
en los momentos de las dudas profundas, dejó de serlo.
Hoy vemos que alguien habla de la vida
y de cosas que ha hecho alguien y pierde toda la Dignidad y respeto para
nosotros.
No sé si era un charlatán, un buen
vendedor, ni si era su vida como nos contaba o pedía que fuera la nuestra, pero
algo sí tengo seguro, no importa lo que él fuera, lo que puedan contar de su
vida, incluso si es cierto, Él seguirá siendo mi Maestro.
Como digo con profundo respeto, Él ha
sido la única persona que no me enseñó nada. La persona que más se burló de mi
ego, haciendo que me enfadase, que me sintiese mal. Pero ante quien elegimos
como Maestro, sólo cabe mantenerse postrado, porque es el espejo que hemos
elegido para contemplar nuestra Creación, el recipiente que hemos elegido para
depositar y abandonar nuestro ego.
El único Maestro al que enseña el
discípulo, es al que hay en él mismo.
El Único discípulo que enseña y
necesita el Maestro es Él mismo.
Porque el significado de cada palabra,
cada silencio, cada frase es aquél que nosotros aprendemos y convertimos en lo
que somos.
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