Si alguien nos deja de amar, si se va,
podemos sufrir, intentar recuperar lo que consideramos que hemos perdido,
mientras que nuestro pensamiento, nuestros sentimientos, nuestro corazón
regresa una y otra vez al lugar de donde queremos huir.
La confusión, el no aceptar lo que
dice el corazón, incapaz de encontrar su libertad, incapaz de dejar libertad a
quien quiere encerrar dentro y cerrar con llave, para mantenerlo eternamente en
él, sin permitir que se vaya, sin permitir que seamos amados en total libertad.
El rencor, la inseguridad, el ser
incapaces de aceptar nuestra propia libertad o la ajena, nos lleva a impedir
que la vida que nos abandonó, ese ser que se permitió abandonarnos dejando de
amarnos, cuando más deseábamos que fuese nuestro, vuelva a ser parte de nuestro
vivir, o sinvivir.
Al final olvidamos que nuestro ahora,
nuestro único vivir realmente, no depende de amores pasados, no porque se hayan
ido, sino porque han dejado de vivir en nuestro corazón.
Que no tenemos más amor, que el que
nuestro corazón alberga y el que damos.
Que amar, no es desear tener o poseer
a alguien. Que amar no es porque somos correspondidos, que el Amor es entrega y
deseo de que lo amado sea feliz y exista en paz, con o sin nosotros.
A veces el pensar que debemos amar lo
que nos aporta algo a nosotros, es lo que crea la sociedad que hemos creado que
es en la que vivimos.
Pensar que debemos amar, porque es la
actividad natural de un corazón humano, animal, vegetal o cualquier corazón,
crearía otra sociedad diferente.
Pero es lo que tenemos en el corazón,
es la sociedad donde vivimos, todo lo demás es sueño, de que el Aquí y Ahora
donde estamos o somos, fuera diferente, algo que no es posible.
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