A veces y al contrario de lo que
parece, hay personas que saben mucho, recuerdan gran parte de lo que han leído
pero su sabiduría queda detrás de la del que no lee, si sabe escuchar.
A veces vemos una flor en el campo, no
nos dice nada, todos sabemos porque nos lo han enseñado que las flores no
hablan, que les hemos dado significados nosotros, pero ellas no dicen nada.
Quizás ellas en su Sabiduría sólo hablan, a quien las escucha.
Cuando leemos a los Grandes Maestros,
muchas veces entendemos las palabras que alguien escribió, la traducción de lo
que alguien recopiló como lo dicho por Ellos, es correcta. Y lo hemos leído
atentamente, hemos entendido cuanto hay escrito, cada palabra, cada frase la
recordamos nítidamente.
Pero los Maestros no hablan más allá
del Silencio, como la flor, sólo hablan a quien escucha, no a quien lee lo que
alguien escuchó, tradujo o escribió.
El Maestro en su Silencio, sólo puede
decir lo que cada uno escucha, lo que memorizamos se queda en el cerebro, hasta
que no es digerido.
Pero quien escucha al Maestro, no debe
tener oídos, porque al Maestro se le escucha con el corazón, con todo nuestro
ser, olvidando su Silencio.
Hay muchos escritos que nos
impresionan, nos maravilla la forma de expresarse y el entendimiento de algo escrito
por una persona de gran conocimiento.
Pero el Maestro no puede decir lo que
algo Es, o lo que somos nosotros, por eso su boca permanece firmemente cerrada,
como respondió Hermes al ser preguntado. Sólo siendo Silencio, el Maestro
transmite a quien escucha el Sonido del Silencio.
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