Tras conocer al Maestro nunca vuelves
a estar solo, nunca más vuelves a estar en compañía, has resuelto tus dudas,
has dejado de aprender, regresando a ese punto donde sólo la Ignorancia te
acompaña.
Pero a quién puedes decirle o
explicarle, a qué sabe el café que nunca vieron ni bebieron.
Cuando leemos esos libros, en los que las
personas que nos hacen ver la Vida, como nunca la hemos visto, nos hablan de su
Maestro o sus Maestros, cuando ves que alguien que no te ha enseñado nada, que nunca
se ha cruzado en tu camino, por medio de sus escritos, te hace soñar con encontrar
a quien te enseñe todo cuanto es necesario para convertirte en Sabio, que
aporte la Luz a tu Conocimiento.
Recuerdo como he contado tantas veces,
la pregunta de mi Maestro, sangrante, sin palabras, un solo ¡Zass!, que me saco
la respuesta de que la pregunta había sido innecesaria.
Es lo que siempre te muestra el
Maestro, sus Preguntas son innecesarias. Pero: ¿Cómo saberlo si no la hubiese
hecho?, no habría encontrado la respuesta, si el Maestro no me hubiese
realizado la pregunta, quedándome en la Eterna Ignorancia, sin poder
encontrarla.
Pero buscando, nunca encontraremos al
Maestro, no es posible encontrar a alguien que nos enseñe la Verdad, no hay
palabras suficientes para explicarla. No hay Sabiduría suficiente para
conocerla.
Encontraremos muchas personas que nos
enseñarán, casi cualquier persona puede enseñarnos y las que no lo hacen es por
nuestra incapacidad de aprender.
Es por ello que el Maestro nunca nos
puede enseñar su Sabiduría, su Conocimiento, porque es algo que no ha
encontrado, que no posee. No pudiendo por tanto enseñar lo que desconoce.
El Maestro sólo puede ayudarnos a
encontrar lo que nunca hemos podido olvidar o dejar lejos de nosotros: Lo que
somos.
No hay otra cosa que pueda hacer por
nosotros que aprendamos aquello que sabemos. Por eso nos pregunta para aprender
de nosotros.
Sólo hay una forma de encontrar al
Maestro y es siendo Discípulo.
Él no se cansará de ser el espejo,
donde nos veamos una y otra vez, hasta que descubramos quién somos.
Pero no puede por tanto ser un espejo
que refleje lo que hay, lo que puede verse tal como es. A veces se vuelve
opaco, sin que podamos ver nuestra cara reflejada. Otras, distorsiona la
imagen, para que veamos alguien desconocido en la imagen. A veces simplemente
se vuelve cuadro, donde podemos ver cualquier imagen.
Porque si sólo nos reconocemos al ver
nuestra imagen reflejada, no sabremos nunca lo que somos.
Siendo que, además, por mucho que
aprendamos, por mucho que alguien nos enseñe, no podrá mostrarnos la Sabiduría
que encierra: Ser lo que eres, quien eres.
Por ello el Maestro, no necesita
enseñar, sólo que seamos Discípulo, para llevarnos a encontrar aquello que no
encontraremos.
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