No pretendo molestaros

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Yui Shin

viernes, 18 de noviembre de 2022

MATRIMONIO

           Hablaban en la radio del número de matrimonios y de divorcios de las estadísticas.

          En los comentarios se veía que la juventud es menos religiosa, que la mujer trabaja y no tiene por qué aguantar como antes, que para estar juntos no hace falta un contrato, y algunas cosas más que no recuerdo.

          El matrimonio existía antes del cristianismo, ha existido con unas condiciones u otras en prácticamente todas las sociedades que se conocen. Ha habido grupos o sociedades, donde no había el matrimonio entre dos personas, sino que todos eran libres de estar con la persona que estuviese de acuerdo en estar con otra. Sociedades donde se podía tener varias esposas y repudiarlas, sociedades donde era natural la promiscuidad femenina, tras una guerra donde había pocos hombres.

          Pero lo que sí hubo todo el tiempo fue el compromiso con la vida, con la continuidad. El matrimonio no era con una persona, era con la familia, con los hijos, a los que se había traído a un mundo sin tener en cuenta su voluntad, su libertad, su libre albedrío, sólo el deseo de ser padres, el egoísmo de tener quien nos cuidase, continuase nuestra familia o simplemente el tener quien nos ayudase en nuestro trabajo y lo hiciese cuando envejeciéramos.

          Era que había que cumplir con ellos, con nuestra responsabilidad como padres y con nuestro compromiso de responsabilidad de su crecimiento como personas.

          Cuando una tribu o sociedad, era libre en las relaciones sexuales, no olvidaba la responsabilidad de cuanto nacía de ellas, al igual que el compromiso de un matrimonio.

          Hoy, nuestra confianza en que alguien arreglará nuestra irresponsabilidad, nos lleva a buscar sólo la satisfacción del momento, no la de cumplir con la responsabilidad de un mañana de felicidad y armonía con los problemas que hayamos creado.

          Hemos encontrado una sociedad en la que la responsabilidad de la familia está en el gobierno y los poderes, que tienen que crear puestos de trabajo, salarios, precios, seguridad ciudadana y social, y cuanto sea necesario para conservar nuestra libertad, nuestra felicidad y bienestar.

          Ignorando que el gasto de vigilarnos en: nuestra conducta, honradez, sinceridad, profesionalidad, irresponsabilidad y el daño que hacemos a nuestro propio ser, lo tenemos que pagar nosotros. Cuando el precio es mayor que lo que merecemos de salario por lo que producimos, el resultado es una sociedad de diferencias y pobreza de la mayoría.

          Pobreza que no es sólo económica, pues el resultado siempre es una pobreza de principios y valores, que nos empobrece independientemente del estatus social.

          En parte es lo que nos lleva a no aguantar, a no aprender, a no poder cumplir con nuestros compromisos, con nuestras responsabilidades, porque el matrimonio no es con la pareja solamente, sino con nuestra vida que es parte de la Vida.

          El matrimonio lo hemos convertido en sexo y compañía para nuestra soledad.

          Tenemos problemas con esa Ley de sólo el sí es sí, derivada de que lo importante es nuestro deseo, podemos decidir: Pero no importa si quien decide es el hombre o la mujer, lo importante es que haya respeto de ambos.

          Nos tienen que obligar con leyes y castigos a que manifestemos nuestra responsabilidad con la humanidad. Algo que no tendría que ser tema de debate, sino de vergüenza individual y propia.

          Un Juez, no tendría que ceñirse a la Letra de la Ley, para determinar lo que es Justicia, porque la Justicia sería que no hubiese sucedido el hecho.

          Nunca una mujer tuvo que decirme que sí, no recuerdo que tan solo una de las mujeres con las que tuve relaciones tuviese que hacerlo, porque antes y después de la relación la respeté como mujer.

          Un matrimonio no nace de un papel, sino de la responsabilidad y el respeto, al igual que cualquier otra relación.



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