Ese inicio, llevó nuestras sociedades
a tener como Maestros a aquellos que mirando la Vida, eran capaces de aprender
de Ella. Lo que permitía que algunos pudieran aprender lo que la Vida decía y
otros las traducciones o entendimiento de los Maestros.
Pero la evolución permitió que hubiese
muchos al principio, que pudieron aprender a hablar con la Vida, siendo por
tanto sus discípulos, que guiando a sus familias y compañeros, se esparcieron
por la Tierra, aprendiendo a sobrevivir obedeciendo las Leyes Universales, sin
ética o leyes que fueran más allá del sobrevivir.
Es entonces cuando hay muchos Maestros
que nos guiaban, cuando en un momento en el tiempo, tenemos la confusión de las
lengua, hemos creado el muro de Babel, que impide que escuchemos a la Vida, que
entendamos su lenguaje, que conservemos la capacidad de aprender, para
memorizar lo que nos era enseñado por los Discípulos de la Vida, que llenaban
su conocimiento desde la Fuente, desde dentro de Su Ser.
Al olvidar nuestra lengua original,
aquella en la que nos hablaba la Vida, única Lengua que continuará siendo
original por toda la Eternidad, tuvimos que crear nuestras lenguas, nuestros
idiomas, que nos llevaron a no entender a los demás, que nos llevaron a tener
que hablar una misma lengua para poder entender y memorizar las palabras que
nos eran dichas, por aquellos que en su uso de las palabras, consideramos
maestros.
En nuestros días, miles de años o quién sabe
cuantos Universos y Creaciones después, hemos llegado a una sociedad en la que
hay maestros o profesores y discípulos o alumnos, donde hablando el mismo
idioma, podemos aprender el conocimiento de los libros y las modificaciones
que unos pocos hacen en ellos.
Hemos encontrado que el Conocimiento,
puede estar en memorizar y entender lo que nos explican y nos dicen.
Los Discípulos de la Vida, siguen su
aprendizaje, pero nunca podrán competir con los que usan las palabras
bellamente como poetas y políticos, los amantes del poder y sus ayudantes o
palmeros, o quienes nos usan para conseguir la sociedad que ellos desean
controlar.
La Iniciación, no necesita más que
Discípulos, pues la Vida es lo que cada uno ve. Ella es sólo Entrega a lo que
nosotros hemos creado en cada ahora. Y siendo lo que cada uno ve o percibe,
nunca ha tomado forma o ha dicho nada aparte de su Silencio, que nos habla en
el susurrar del viento, en el aroma de las plantas y las flores, en el hedor de
la muerte, en la luz del día y la oscuridad de la noche, todo ello oído y visto
por nosotros, que sólo es lo que hemos oído sin escuchar, visto sólo con los
ojos.
El Inicio, sólo consiste en el olor de
la madre, en su presencia, en aprender a vivir, porque ella está con nosotros. No
hay entendimiento por lo que nos dicen, no importa que nos hable con palabras
que desconocemos, si hemos encontrado a nuestra Madre, tendremos el
Conocimiento que Ella nos ofrece, como hijos.
Maestro, Discípulo, son palabras
olvidadas y que no usamos en nuestro vivir, porque hemos encontrado que lo
fácil es que alguien nos explique su entendimiento y memorizarlo.
La Vida no puede enseñar lo mismo a
dos Maestros, o a dos Discípulos, principalmente porque Ella no tiene a nada
que enseñar. Por ello, sólo los Discípulos que entienden su Silencio, se
convierten en hijos. Aquellos que necesitan el idioma para aprender, son sus
hijos, hijos de la vida, que algún día encontrarán su Ignorancia que los lleve
a escuchar, encontrar y convertirse en Hijos de la Vida, Vida sólo.
Para ser Discípulo, hay que escuchar y
entender el Silencio. Para ser Discípulo, no hay que tener Maestro, porque Todo
es Maestro para el Discípulo.
Quien debe luchar por dejar de ser
alumno, no es el Maestro que Eternamente debe permanecer como Discípulo, sino
el alumno, que llama al profesor maestro, esperando aprender lo que le digan.
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