No pretendo molestaros

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Yui Shin

sábado, 21 de enero de 2023

CAMINANDO EN DIGNIDAD

          Recuerdo que en el colegio leíamos acerca de las bacanales, de esas fiestas paganas, donde se bebía, se comía, y nadie sabía lo que había pasado al terminar.

          Hemos leído las reuniones de nobles y cortesanas de la Edad media y posteriores, donde se bebía, se comía y nadie recordaba lo que había pasado.

          Hoy en día, hemos leído las fiestas de Playboy, las de algunos poderosos y de las personas con mucho dinero, incluso visto algunas fotos y películas.

          Al final no importa quién organiza la fiesta, no importa si es hombre o mujer, lo único que si se quiere poner límites, sabiendo dónde vamos, deberíamos ponerlos antes de ir y decidir si vamos o no.

          El poder tiene, que se puede imponer el ego y pagar a quien proteste.

          Pero el poder, no reside solamente en el dinero, en la posición, Cleopatra aparte de su inteligencia, tenía según dicen un buen cuerpo, una cara agraciada y aprendía de sus esclavas y esclavos, cómo encandilar u obtener de la mayoría de los hombres lo que quería.

          Era una técnica, que seguían las prostitutas acaudaladas de Roma y Grecia, y supongo que de muchas épocas.

          Cuando las mujeres han conseguido el poder económico o de posición por cargo, hay hombres que usan la misma técnica, para obtener de ellas lo que desean.

          Es un intercambio, que ha existido desde siempre, ofrezco mi cuerpo y lo entrego por un pago. No tiene que ser dinero o regalos, simplemente se deja usar el cuerpo por la obtención de algo deseado.

          Lo único que debemos tener claro es la situación, y que hemos expuesto en el escaparate algo que está en venta. Si vamos a una de esas fiestas, obviamente nuestro cuerpo será usado, pero el precio puede ser el pedido, el ofrecido o el que impone ese mercado donde nos vendemos.

          Hasta el momento no hay nada que no esté en la libertad individual. El problema es cuando a veces, queremos regatear demasiado, exponemos en un escaparate al aíre libre y quien ha estado regateando lo desea cada vez más, por lo que le hemos enseñado de lo que vendemos.

          Otras porque, una vez que hemos cobrado, pensamos que podríamos haber obtenido mucho más o simplemente vemos el medio de obtenerlo.

          La Dignidad no se mancilla, por ser comerciantes, sino por vender algo y querer obtener más de lo pactado. Por no querer entregarlo cuando hemos llegado a un acuerdo. O por no querer pagar lo prometido.

          La Dignidad es evitar el problema o no crearlo, porque lo creado no tiene marcha atrás. Es el Respeto, por nosotros y por los demás. Es el cumplimiento de lo que hemos pactado, de lo que hemos prometido. A veces es aceptar que podamos cambiar de opinión. Otras es el cumplir con lo prometido, incluso cuando hemos cambiado de opinión.

          Las situaciones son todas diferentes, pero hay patrones, hay conocimientos históricos de las situaciones donde decidimos entrar. No podemos ampararnos en nuestra ignorancia, ni satisfacer nuestra Dignidad mancillada por el aumento o pago de beneficios.

          Vender nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra personalidad, no mancilla nuestra Dignidad, pues a veces carecemos de Ella o no sabemos lo que es.

          Pero no respetarnos o dejar de respetar a los demás, en cualquier forma o circunstancia, sí la mancilla, porque no son los demás quienes pueden mancillarla, sino nosotros mismos.



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