Volverán las
oscuras golondrinas, en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a
sus cristales jugando llamarán.
Pero aquellas
que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que
aprendieron nuestros nombres… ¡esas… no volverán!
Volverán las
tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde
aún más hermosas sus flores se abrirán.
Pero aquellas,
cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día… ¡esas…
no volverán!
Una época, en la que el amor era un
sentimiento que vivía por nosotros, haciendo que nuestro vivir fuese sólo si la
otra persona estaba cerca o era nuestra. Éramos los dueños de su amor y le
entregábamos el nuestro.
Es un sentimiento que sigue
perdurando, a pesar de que los amores múltiples, los ocasionales, el sexo, o la
propia relación no contempla la responsabilidad de tener que hacer feliz a la
otra persona, sólo si estamos nosotros a gusto mantenemos una relación, que no
tiene más profundidad, que el no estar solos o tener alguien con quien
desahogarnos.
Nada vuelve cuando hemos perdido
nuestro amor, pero incluso en él, tampoco vuelven las golondrinas, ni las
madreselvas. Sólo nos hemos sentido en un Universo sumergidos en nuestro amor y
aislados de los cambios, de los aconteceres.
Y es que amar y sólo desear la
felicidad de la otra persona, lo consideramos de tontos: ¿Cómo nos puede hacer
felices un amor sin ego?
Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará.
Pero mudo y
absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he
querido…; desengáñate, ¡así… no te querrán!
No podemos aceptar que cambien nuestro
amor por el de otra persona, nadie puede querer como lo hacemos nosotros.
Pero la otra persona ha decidido que
prefiere otra forma de ser amada, algo que veríamos lógico y normal, si somos
los que hemos decidido dejar a la otra persona, llenos de razones. Porque
siempre está justificado que se termine nuestro amor por alguien, pero no que se
cansen de nuestra manera de amar.
Los ciclos sociales, vuelven una y
otra vez: Comunas, amores libres, bacanales, fiestas dedicadas al vicio,
carencia de respeto por los demás, drogadicciones, y tantas cosas que creemos
descubrir, cada, pocos siglos.
El péndulo oscila hacia un lado, pasado
el tiempo necesario vuelve a oscilar en sentido contrario. Nosotros nos hemos
subido en ese péndulo, por lo que nuestras vidas siguen ese movimiento, sin
llegar a evolucionar realmente en una dirección correcta.
No hay nada que deba ser adorado, sería
suficiente si respetásemos, a lo demás.
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