Tras haber
vivido millones de años enterrada en la tierra, la semilla buscó la amistad de
la lluvia y del Sol, transformándose con su ayuda en árbol.
Tras crear
animales y plantas durante millones de años, la Tierra buscó la amistad con el
Universo, de esa amistad nacimos nosotros.
Nada nace de sí
mismo, nada nace de una relación en la que las partes no se entregan.
Toda semilla,
necesita el esfuerzo de todos, para poder crecer, fructificar, transformándose
en lo que realmente era en su interior.
La semilla de
la humanidad, no puede cambiar la semilla, ni sus partes. Es el esfuerzo de
todos, del Universo, lo que permitirá que se abra y pueda salir cuanto encierra
en su interior.
Porque sin esa
relación, sin ese esfuerzo, el Universo carecería de estrellas y de
constelaciones, siendo una semilla en la que sólo existiría lo que podría ser,
si la semilla no encontrase la ayuda para transformarse en lo que encerraba en su
interior.
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