Durante todos estos días, continuamente las noticias y nosotros en nuestras conversaciones o discusiones, hemos estado con el caso de Rubiales, centrando nuestra atención y centrando nuestra opinión en el beso que dio a una jugadora, de la cuál es su presidente.
En una sociedad en la que besarse es
algo que no tiene importancia, que en los programas de citas de televisión, se
besan a poco de conocerse. Que todos hemos besado o incluso tenido relaciones
con alguien el día o a las pocas horas que nos hemos conocido. Un beso por
sorpresa y sin pedir permiso, no parece algo demasiado grave, si bien es una
falta de respeto e invasión de la intimidad de alguien.
En los muchos años que he vivido, no
he pedido permiso para besar o tener relaciones ni una sola vez. Pero tampoco
ha existido la fuerza o violencia. Simplemente nos hemos relacionado desde el
respeto, y nos hemos besado o tenido relaciones, sin necesidad de preguntar,
sólo respetando y estando ambos de acuerdo.
Pero sí me sorprendió, que en una
competición ganada por ovarios, alguien que miraba desde un palco, señalase que
habían sido sus cojones o los de las chicas, los que habían ganado la
competición.
Que alguien que se llama hombre, diga
que una muchacha le ha levantado y poco menos que le ha obligado a besarla,
porque se ha excitado con el abrazo que le estaba dando y sus insinuaciones, y
que se ampare en un vídeo en el que lo que se ve es que, es él quien se cuelga
de ella y agarra su cara para besarla, me parece que no es lo que se acostumbra
a decir de la hombría.
Que un cura o un obispo, abusando de
su posición tengan algo que ver con una monja o feligresa en apuros o
necesitada, es una falta muy grave. Por la posición que ocupa respecto a la
otra persona y simplemente por el respeto que debe tener por su cargo.
Que en un momento de euforia se hagan
ciertas cosas que carezcan de principios, valores o simplemente educación,
podría tratar de justificarse. Pero pasado el tiempo, en una ceremonia de
entrega de las medallas al esfuerzo realizado para ganar una competición, un
presidente no puede de ninguna manera, realizar una acción que carezca de
principios, de valores, de educación sobre una persona que está dentro del
organismo donde él es presidente.
De todas eligió a una, todas le
abrazaron, todas le habían manifestado su alegría en la euforia de la celebración,
el elegir a una, parece premeditación y saber que sería la que le daría menor
importancia o que no se atrevería a reaccionar en ese momento.
A veces, no es la gravedad o no de
algo, para las costumbres o lo que sucede en el día a día, sino el carecer de
los Principios, Valores y Dignidad para ejercer un cargo que representa a todos
los ciudadanos de un país, lo que debería ser suficiente para que una persona
no pueda ejercer ese cargo.
Los futbolistas y las futbolistas, no
parece que le hayan dado importancia suficiente, para renunciar a pertenecer a
una entidad presidida por ese tipo de personas. Pero es el pueblo, las personas
que se benefician económicamente y de popularidad, desde esa entidad, quienes
deben decidir cómo debe ser su presidente, dejando de servir a quien crean que
no debe serlo.
Aplaudir o seguir bajo su mando, es
aceptar que no pasa nada, que el presidente puede besar o mostrar su euforia en
un palco, agarrándose los huevos, como hace cualquier macho para mostrar su
poder o llamada hombría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario