No pretendo molestaros

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Yui Shin

miércoles, 25 de octubre de 2023

EL NOMBRE

           Recuerdo de mi juventud, que cuando alguien nos preguntaba: ¿Cómo te llamas?, muchas veces la respuesta era que: Nosotros no nos llamábamos, que eran los demás los que nos llamaban.

          El nombre se adquiere por: la mente, las emociones o la acción u omisión de actividad, pero al final cada grupo o individualidad de nuestro Universo, recibe un nombre por el que es conocida.

          Como todo en la vida, el que nosotros nos llamemos o no, tiene una mitad verdad y otra mentira. No nos llamamos por el nombre por el que somos conocidos por los demás, independientemente de nuestro estado en dicho momento. Pero obviamente ponemos nuestro nombre real: Por cómo estamos pensando, cómo sentimos o cuál es nuestra actividad o inactividad en ese ahora.

          Pero en cualquier circunstancia, el nombre siempre sucede cuando existimos en Dualidad. Cuando tenemos un hijo recibimos el nombre de padre o madre, simplemente por la percepción de existir un hijo y sus padres, significa que existimos en dualidad.

          La existencia de Dios, se realiza fuera de la manifestación dual, por lo que no puede recibir ni tan siquiera el nombre de Dios.

          Pero nosotros no sólo le damos un nombre que complemente el de Dios, le damos también calificativos: Creador, amor, eterno, y todos los calificativos que se le dan en las religiones.

          Para reconocerle y aceptarle como nuestro Dios, tiene que: Ayudarnos a vencer en las guerras, darnos felicidad, protegernos, conservar nuestra salud, nuestro bienestar, darnos éxito en nuestro vivir y cuantos deseos surjan en nuestra existencia.

          Cuando no somos recompensados con todo esto, por aceptarle como el único Dios verdadero y nuestro, buscamos otro más poderoso o que al menos nos dé más que este.

          La mayoría de las veces, nuestra desidia nos puede llevar, simplemente a aceptar el Dios de los que viven mejor que nosotros o nos han vencido.

          Lo que nos lleva a que nuestro Dios, sólo puede existir mientras nosotros conservemos nuestra manifestación en la dualidad y existan nuestros enemigos los demás y nuestros amigos o que hacen lo que decimos. El bien representado por nosotros y el mal instaurado por los demás.

          Y es que tener un Dios, que consideramos nuestro, al que le damos un nombre para diferenciarlo de los Dioses de los demás, del que decimos que es nuestro creador, defensor y protector, pero que en realidad pensamos que es una posesión nuestra, que de alguna manera nos pertenece y debe concedernos cuanto deseamos, sólo es un Dios del sueño, de la irrealidad, pues sólo existe en nuestra imaginación y frustración.

          Dios no tiene nombre propio, no atiende por cómo le llamemos, no atiende por nuestra raza, sexo o religión, porque su nombre es Humanidad, si nos comportamos como seres humanos; es Verdad, si nos respetamos y somos sinceros entre nosotros; nos concede nuestros deseos cuando nos hemos esforzado por hacerlos realidad, no sólo para el yo pequeño, sino para el Yo.

          Un Maestro Zen dijo que: si veíamos a Buda o a Dios que le matásemos, porque obviamente no era el verdadero, sino una imaginación nuestra.



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