Se retiró de su vista todo lo enfermo,
feo o moribundo.
Pero de alguna manera, la Gran Duda
nació con él.
Vio que el Sol nacía cada mañana, que
moría al anochecer. Que el nuevo día traía un nuevo Sol, que hacía el mismo trabajo
que el anterior.
Pero algunos días, el Sol no podía
nacer, y la oscuridad y la lluvia, llegaban hasta el anochecer.
Vio cómo su niñez desaparecía, a veces
algunos amigos no regresaban a jugar con él, algunos sirvientes simplemente
dejaban su servicio, desapareciendo en su memoria.
¿Dónde va todo ello?, se preguntó una
y otra vez.
Se casó, tuvo un hijo que heredase su
reino y decidió, encontrar ese lugar donde todo va, cuando dejas de verlo.
Viendo la vida fuera de su palacio, de
su aislamiento, encontró que a diferencia de él la mayoría de la gente era
infeliz o la alegría que tenía en la vida, era porque habían conseguido algo,
no felicidad en ellos mismos.
Decidido a encontrar una respuesta,
sacrificó su mente y su cuerpo, tratando de encontrar por qué había tanto
sufrimiento en nuestras vidas, algo que no había conocido en la suya.
La ignorancia fue la respuesta que
encontró, que todo lo que dejábamos de ver regresaba a su origen, que a falta
de creer que los nombres que se daban eran correctos, le dio el nombre de Buda.
Encontró que la Compasión, nacía de
ser todos Uno, un único y mismo Buda. En una convivencia y un Universo donde ni
tan siquiera era necesario el Amor, pues sólo existía el Uno, Buda y el resto
era un sueño, en el que por medio de la Compasión de entregarnos a lo demás que percibíamos,
olvidar y dejar de crear el ego, que nos hablaba y hacía creer en
individualidades diferentes y separadas.
No hay otra forma de crear el Amor,
que entregarnos hasta hacernos desaparecer en el Universo, quedando sólo Buda.
Momento en que sería innecesario e imposible amar o conocer la existencia del
Amor.
Llevando su cuerpo hasta casi la
muerte, decidido a encontrar y transformarse en la Gran Duda, se sentó bajo un
árbol, hasta convertirse en árbol, en pájaro, en hoja, en rama, en nube y
cielo. La Gran Duda de no dudar sino ser todo.
Tras un ascetismo extremo, en el que
estuvo varias veces cercano a la muerte, a los treinta y pocos años, por su
propio esfuerzo, encontró la Iluminación: Todo es Buda, todo es Uno, todos
somos el Universo, con su cambio constante de forma, que le da la
Impermanencia, en la que lo único que es permanente es nuestra Naturaleza de
ser Buda.
Durante cuarenta y cinco años, trató
de explicarnos su experiencia, enseñando que es por nuestro esfuerzo por el que
realizaremos esa Naturaleza, y que no puede haber nada fuera donde pueda nacer,
si no es en nosotros, en nuestros corazones entregados a ese Todo, que resuelve
la Gran Duda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario