Decía Jesús, que había que darle al cesar lo que era del cesar y a Dios lo que es de Dios.
En los refranes decimos que cada oveja
con su pareja.
Todo es Uno, somos el mismo rebaño, el
mismo pastor, el mismo Universo.
Pero cada individualidad tiene su
espacio, su tiempo y su lugar, para manifestarse, sin poder invadir el espacio
de otra individualidad.
Lo Absoluto es la visión desde una
ventana, desde un lugar, en un momento determinado, en un ahora. Que nos dice que
la ventana, el lugar, el momento están junto con nosotros en un ahora, donde
ninguno de nosotros, podemos encontrar separación o unión con lo demás. Incluso,
no podemos encontrar un yo.
Pero nuestra existencia en la
dualidad, es otra cosa, no es diferente ni igual que lo Absoluto, pero es la
ventana que nos concede libertad, y por tanto la responsabilidad de lo que
vemos y cómo lo usamos.
Esa visión y ese uso, no sólo
determina nuestra posición y función en el Absoluto, sino que el Absoluto
depende de lo que somos nosotros, de lo que hemos creado desde nuestra
libertad.
Dios no necesita o puede usar las
cosas del cesar. Pero el cesar tampoco puede usar las cosas de Dios, pues su
actividad es la consecución o establecimiento del poder.
Mientras Dios, siendo nosotros libres,
sólo puede recordarnos que somos Uno, que todo lo que nos lleva a separarnos o
el poder de unos sobre otros, no es parte de sus cosas.
La hermandad, la ausencia de ego, la
Dignidad, el Amor, la libertad individual, y la Unidad, son sus cosas, que no
tendrá hasta que no las creemos nosotros. Él podría quizás dárnoslas, pero
sería inmiscuirse en nuestra Libertad y Libre Albedrío.
Dios siendo Amor, no puede darnos
nada, sólo entregarse y ser lo que nosotros hemos creado.
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