Llevamos milenios en occidente, en los
que hemos aprendido de profesores, que son los que hemos designado para
transmitir el conocimiento.
El conocimiento nacido de la razón y
la comprensión, de la memorización de lo que nos han explicado, de poder
realizar un examen recordando fórmulas y datos de lo que hemos aprendido, en lo
que el profesor nos ha señalado con su dedo.
La mayoría de las veces, no alcanzando
un nivel por encima de lo que sabía el profesor. Por lo que no hemos aportado
nada, al conocimiento que nos ha sido entregado, para que aportemos el nuestro
y que se incremente para los alumnos venideros.
La mayoría de las veces sólo hay que
entender las palabras, memorizarlas y expresarlas con las nuestras. Hemos incurrido
en la Ignorancia del conocimiento, nos hemos quedado extasiados mirando el
dedo, sin ser capaces de completar el puzle que formaban las palabras del
Maestro, que sin importar quién las pronuncia, debería de ser el Maestro que
nos muestra la Luna Llena de la Mente Pura.
Esa es la Luna que señala siempre el Maestro
con todo su ser, con toda su actividad e inactividad, con sus palabras y su
silencio. Una Luna que Él no ve, y sin embargo nos muestra para que nosotros
podamos contemplarla.
Al final, buscamos el conocimiento de
las palabras, sin embargo, el dedo del Maestro señala con su silencio, aquella
Luna invisible, la que no podemos ver. Debido a ello, el Maestro hace milenios
que perdió las manos, los ojos, la boca, que dejó de ver la Luna Llena, que
olvidó que existe la Mente Pura.
Pero en su Ser Maestro, incansable y
eternamente, su dedo permanece señalando la Luna, cuando hay alguien o estando
solo.
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