El problema es, qué es lo que vemos, cómo lo vemos, si es realmente lo que se ve o simplemente hemos pintado en los cristales, si miramos con gafas de colores o los ojos cerrados.
Hay quien al mirar, ve el autobús que
pasa, porque hay poco trafico y ve hasta su número, otros vemos el hambre en la
cara de nuestro vecino, al mirar recién comidos, otros apenas podemos mirar los
ojos cegados por las lágrimas.
Pero desde la ventana, cualquier
ventana, vemos la invasión de Ucrania, el Líbano, el hambre, quienes quieren
robar la miel y matar la abeja reina y descubren que son alérgicos a su
picadura, la erupción del volcán que mata a cuantos viven a su alrededor.
Incluso podemos ver a Sodoma
incendiada, los sacrificios a los dioses, los abusos que se realizan desde el
principio de la existencia de nuestra ventana.
Pero vemos horrorizados a quienes lo
realizan, a quienes lo sufren, vemos a los culpables, a las víctimas.
Pero acaso nos preguntamos, ¿si es lo
que vemos o es lo que nos han dicho que se ve?, ¿vemos aquello que nos quita la
responsabilidad?, porque ver lo que nosotros vemos realmente, significaría no
estar mirando, sino ser la propia ventana.
Vemos los colores de otoño, el
amanecer, la lluvia torrencial que inunda las calles, hay tantas cosas que ver.
Pero nos maravilla los tonos marrones y rojizos, el comienzo de un nuevo día,
el daño que causa en las casas, en nuestras posesiones.
Acaso cuando sentimos una felicidad
profunda, ¿estamos pensando en alguna de estas cosas, al ver lo que miramos?,
los colores, los resultados, todo lo que hemos aprendido, ha desaparecido,
porque hemos dejado que sea el alma la que ve.
Hemos dejado de desear lo que queremos
ver, hemos dejado de controlar lo que vemos, hemos dejado de saber lo que hay
enfrente de la ventana, el paisaje que pasa por ella, para ser la ventana, que
muestra nuestro vivir, nuestro ser.
Hay veces que hablamos con alguien,
sus palabras son bonitas, su sonrisa perfecta, nos habla del bien, de Dios, de
ideales, de filosofías maravillosas, que están escritas, que alguien transmite
y enseña, y olvidando nuestra responsabilidad de ser la ventana desde donde se
ve nuestro vivir, miramos y vemos lo que nos han dicho, lo que nos han
explicado, lo que nos han enseñado, la palabra escrita, olvidando que lo que se
ve desde nuestra ventana, sólo debería ser nuestra verdad.
Porque no es el estar equivocados, o
ser cortos de vista, o tener problemas en los ojos, nuestras lágrimas o ser
ciegos, lo que nos impide ver la Verdad de nuestra ventana, sino el mirar a
través de sus cristales, el mirar y ver lo que vemos, definido por sus nombres,
por lo que hemos aprendido que son.
La belleza del león no está en que vemos
que es un león por las fotos que hemos visto, sino por verlo tal como es, sin
nombre o preconcepción.
Cuando vemos lo que conocemos o nos
dicen, cuando totalmente convencidos, lo defendemos porque es lo que pensamos,
estamos como muertos, pues hemos dejado de hablar con el corazón, con el alma,
a veces incluso con la mente, para decir lo que vemos, reconociéndolos por los
nombres que nos han dicho y sus definiciones.
La ventana, es nuestro vivir, nuestra
alma, nuestra personalidad, lo que somos, y lo que se ve desde ella, es nuestra
responsabilidad.
La Tierra y el Universo que se ve, que
cualquiera que mire desde nuestra ventana ve, es el que hemos creado nosotros. Porque
somos los pintores de los cristales, que no permitiendo ver la Vida, sólo
enseñan nuestra obra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario