Esas noches sin poder dormir, sin
poder levantarme, esperando que amaneciese para correr a ver lo que me habían traído
los Reyes Magos.
Y es que hay muchas cosas, que de
niños nos impresionaban, excitaban y nos hacían sentirnos vivos, haciendo cosas
con los mayores, disfrutando de vivir y agradecidos de cuanto recibíamos de los
Reyes Magos, de la providencia y de celebrar que había nacido un niño, para amarnos.
Posteriormente aprendemos a leer, nos
cuentan cosas, nos explican lo que llaman la verdad y nos enseñan a ver lo que
nos dicen que debemos ver.
Miles de años desperdiciados, no por
quienes nos enseñaron a ser agradecidos, a vivir los momentos, a creer que recibimos
regalos mágicos, que viniendo de reyes, nos permiten serlo nosotros cuando
crecemos.
La decepción, el sentirnos engañados, nos
ha traído a que no hemos aprendido nada de nuestra niñez, de esa inocencia que
nos permitía vivir cada ahora, como si no hubiese otro, que creía que éramos
regalados por la Vida, dependiendo de lo que habíamos hecho, sin que fuese un
premio, sino lograr lo que habíamos ganado.
Pasados los años, abrimos los ojos al
amanecer, pensando que tenemos que ir a trabajar otro día más, sin ver: El Sol,
la lluvia, la nieve o cuanto nos ofrece un amanecer, que nos recuerda que
estamos vivos, sólo si somos capaces de vivir y disfrutar del regalo que nos
trae el Rey Vida Reina.
Salimos de casa y llegamos donde
vamos, sin apenas ver nada, trabajando pensando en lo que cobraremos cuando
termine la semana.
Los años siguen pasando, y nos
despertamos a un nuevo amanecer, sintiendo dolor en el cuerpo, pensando qué
haremos hoy, no para crear, sino para no tener que vivir lo que hay, lo que nos
rodea, estar con la familia, con nosotros, mirando el cielo, porque hace mucho
calor o mucho frío, hace demasiado Sol o está lloviendo, hace un viento que no
apetece salir, olvidados que todos esos regalos sólo dicen: Estás vivo, Víveme.
Y es que nos han dicho tantas veces que no olvidemos seguir manteniendo la
niñez en nuestro espíritu, que ya ni lo oímos.
Es sólo la letra, la tradición, que
alguien escribió y relató, para que no olvidásemos, que cada día nace el Niño,
que viene a darnos amor. Pero que para nacer sólo tiene un lugar: Nuestro
corazón, para que aprendamos a amar, cada Ahora, cada momento de nuestra vida y
que no dejemos de ver y disfrutar, que en cada ahora, los Reyes con su Magia,
nos ofrecen el Universo como regalo.
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