Un planeta en el que las aguas cubren
sus tres cuartas partes, y donde el deshielo podría ayudar a cubrir aún más
extensión.
Un planeta verde, al que hemos pintado
de marrón, destruyendo sus bosques, sus selvas, y tratamos de destruir a los insectos
que polinizan, animales y aves que ayudan a esparcir sus semillas y que
producen alimento para las plantas con sus heces y cuerpos.
Cuando leemos que en un lugar que
desconocemos, lejos de nuestra casa, lejos del lugar donde vivimos, hay un
lugar llamado Amazonia que cada año pierde miles de Ha. de superficie de selva.
O la superficie de bosque no recuperado, que creamos cada año.
Miramos la contaminación del aire,
olvidando la contaminación de las aguas subterráneas, de los acuíferos, de los
ríos y mares. Del descenso de las poblaciones de animales y aves,
desequilibrando la Naturaleza, al aumentar los animales y aves que comemos,
criados en jaulas o espacios reducidos, inseminados artificialmente,
alimentados para que engorden rápidamente, y sin vivir en libertad y relacionarse
los unos con los otros.
Todo nos ha traído, a que sin saber
cómo, ni por qué, estamos en lo que hemos llamado un cambio climático, en el
que no llueve, a veces diluvia, y es difícil saber en qué estación estamos. El
clima está cambiando y hemos entrado en una sequía, porque no llueve cuando se
supone que debe de llover y no lo hace donde lo hacía hasta ahora.
Lo mejor de todo, es que nos quejamos
y gritamos que los gobiernos resuelvan el problema, que deseamos que haga el
tiempo que nos gustaría y que queremos pantanos con agua.
Mientras las placas tectónicas, siguen moviéndose, cerrando un lugar por donde entra o sale el agua en los polos, y abriendo o cerrando otro lugar por donde entra o sale el agua en los océanos. Esa diferencia de agua fría o caliente, que entra o sale, modifica la temperatura del agua en los océanos y derrite o aumenta la zona helada de los polos.
Algo que cambia los vientos, la
temperatura general, y por tanto el clima. Esta parte no podemos cambiarla. Pero
sí lo que estamos destruyendo.
Recuerdo unas tribus de Nueva Guinea,
que cada mañana iban a kilómetros, con unos bambúes gordos o finos en haces,
para traer agua para la tribu. Tribus nómadas, que cambian cada 3 o 4 años el
emplazamiento, queman la selva para crear la huerta un año antes de trasladarse
y dejan que la zona ocupada se recupere.
Nosotros hemos destruido el
equilibrio, gastamos agua sin pensar en mañana. Hemos contaminado todas ellas,
hemos roto su transparencia, que hace que la vida no pueda llegar al fondo y
que aumenten las plantas que no favorecen nuestro vivir.
En España vivimos de los pantanos del
llamado “Paquito el rana”, ese ser odiado por todos y que hemos olvidado que
tenemos el agua que él almacenaba. Tenemos riadas e inundaciones en los pueblos
de la costa, las cordilleras cercanas al mar impiden que muchas lluvias lleguen
al interior. Pero nadie evita los destrozos llevando esa agua a los pantanos.
Estamos rodeados de mar, pero es mejor
llevar barcos de agua a Barcelona, que usar las desaladoras para llenar
pantanos durante todo el año.
Tenemos agua en algunos pantanos, pero
no los comunicamos para llevar el agua a los que no llueve, y llenar aquellos
situados en las zonas de lluvia.
Hemos destruido el bosque que daba
humedad y atraía la lluvia, hemos destruido todo, y usamos la tecnología para
contaminar y destruir, en lugar de reciclar el agua usada, extrayendo agua que
pueda ser usada y abonos naturales.
Y es que no sólo el planeta, deja
existir a la Vida con su agua. Nuestros cuerpos y la mayor parte de lo que
necesitamos, tiene en su cuerpo gran cantidad de agua, sin la que no podría
manifestar la Vida, que permite que vivamos nosotros.
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