Caímos en la dualidad, siendo
expulsados del Paraíso, por nuestro propio fracaso de hacer lo correcto, de
manifestar lo que se supone que deberíamos ser: Seres humanos, hijos de un Dios
en el que solo se manifiesta el Bien.
Nuestras religiones, nuestras
filosofías, nuestros principios han sido siempre el enfrentamiento del Bien y
el Mal, nuestro motivo de existir es erradicar el mal.
Hemos creado las religiones con un
dios, que nos enseña y obliga a seguir el bien, si no queremos ser castigados.
Filosofías, en las que el principio de humanidad nos lleva a seguir el bien, o
ser castigados. Las Leyes, los Poderes, los Principios, todo aquello que hemos
encontrado y tratado de imponer en nuestras vidas, ha sido el seguir el bien o la
amenaza de ser castigados.
Las guerras, la caza, los
enfrentamientos con los demás, ha sido porque los demás eran los representantes
o seguidores y servidores del Mal.
Pero miles de años después, lo que
podemos comprobar, es que la batalla nos ha debilitado, haciendo más fuerte al
Mal. Lo que nos ha traído a que aceptamos el mal como algo ineludible de
nuestra sociedad, nuestro vivir, de nuestra existencia.
Nunca hemos comprendido, que el Mal no
puede ser erradicado, pues es la otra mitad del Bien. Todavía nos cuesta
entender que no importa cuánto nos gusta algo, todo tiene una espalda, un culo,
una parte que no podemos ver si miramos la otra mitad.
Nuestra lucha contra el Mal, nunca ha
tenido opciones de victoria. Hemos luchado contra los molinos, contra las sombras,
lo que nos lleva al cansancio, al convencimiento que no somos lo suficientemente
fuertes para vencer, que nuestra Naturaleza es aquella del fracaso y el querer
hacer lo imposible.
Pero no ha sido culpa de que no
podamos erradicar el mal de nuestra manifestación, de nuestro vivir, en lo que
hemos estado equivocados ha sido en el método, al no haber comprendido la
Naturaleza de la Vida.
El método más simple, que no requiere
ningún esfuerzo, solamente la renuncia de nuestra Libertad. Vivimos como
borregos: haciendo, pensando y repitiendo lo que nos dicen, lo que nos enseñan
a repetir o porque es lo que dicen que somos.
Pero no hay opción de Libertad, porque
para tenerla, hay que poder elegir al menos entre dos opciones. No podríamos
ser buenos, sin poder elegir el Mal y decidir elegir el Bien. Pero eso nos hace
los responsables de qué es lo que se manifiesta.
La Vida es en su Naturaleza Infinita,
lo que le confiere la Potencialidad de manifestarse de cualquier manera,
polaridad, vibraciones o energías, siendo el Universo el que decide lo que se
manifestará al manifestar cada individualidad lo que está siendo en el ahora.
Siendo que el Mal, no puede ser
erradicado o destruido, sí podemos hacer que no tenga opciones de manifestarse,
algo que necesita que manifestemos la opción correcta en cada situación.
Algo que no siendo posible, nos
permite continuar, nuestro aprendizaje de la Libertad, decidiendo elegir la
opción correcta que debemos hacer y usar, cuando se manifiesta el Mal en
nuestro vivir o sociedad, transmutándolo en Bien.
Lo que no podemos hacer, es impedir
que la otra mitad del Bien, siempre sea el Mal.
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