Cuántas veces habremos leído desde
entonces, que hay que mirar a los niños, para aprender a vivir. Que hay que
conservar al niño en nuestros corazones, para encontrar la felicidad.
Obviamente, esto también tiene su
aspecto positivo y el negativo, si bien el que se menciona, es el positivo, de
ese niño sano que se dedica a manifestar la Vida, que no tiene resabios o
almacena la negatividad del entorno o transmuta el amor que recibe en el deseo
de controlar, que guarda durante su vida.
El Maestro es la persona, que no trata
nunca de enseñarnos, debido a su Ignorancia, pues no puede imbuirnos con su
vida, con sus percepciones, el vivir la nuestra.
El Maestro nunca crece, conservando su
niñez eternamente. Es por ello que sólo puede aprender y llenar su Ignorancia,
no aprendiendo de los demás, sino de todo. No aprendiendo lo que sabe cuanto le
rodea, sino lo que le enseña la Vida de cuanto le rodea.
Como el niño, enseña, sólo a quienes
aceptan la responsabilidad de su propio entendimiento, pues el Maestro no trata
de que perdure su conocimiento en otros, sino que todos beban por sí mismos, de
la fuente Original, de la Mente Pura.
Se dice que hay Universos mentales,
donde cuanto existe son pensamientos que se solidifican en el mismo momento en
el que se producen y que desaparecen siendo sustituidos por el siguiente
pensamiento. Una Impermanencia, que parece demasiado rápida para crear
patrones, pero, incluso pensamientos incoherentes y en plena ebullición, crean
patrones en la Mente.
Lo que el Maestro transmite y trata de
enseñar, es la Mente Pura, la manifestación de la Mente Original, no sus
pensamientos o el patrón mental propio.
He escrito varias veces, que mi
Maestro lo es, porque nunca me enseño o trató de enseñarme nada.
Qué podría enseñarme, alguien que en
su Ignorancia ve a Buda en mí, que cree que tengo esa Naturaleza y que estoy
habitado por la Mente Pura.
Y que podía hacer yo, sino tratar de
ser su discípulo, tratando de alcanzar la profundidad de su Ignorancia. Algo que
sólo podemos dar el primer paso, cuando caminamos con nuestros propios pies, en
nuestro propio camino y siendo responsables de lo que somos y manifestamos,
aceptando que el Maestro al no enseñarnos nada, no es responsable de nuestro
entendimiento.
Dicen que ante Buda y el Maestro, hay
que postrarse tres veces. Solamente es debido a que tropezaremos tantas veces
como, queramos permanecer en pie. Quien se postra realmente, sólo puede hacerlo
una vez, y quien se postra una vez, olvida que estuvo de pie, desapareciendo el
yo y dejando que quien se mantiene en pie sea el Maestro, la Mente Original,
Buda, la Vida.
Es la Naturaleza de Vacío, de la que
participa el Todo, lo que permite que la Ignorancia pueda llenarse de
Sabiduría, que la Muerte se llene de Vida, que la Vida se llene con nosotros
que vivimos manifestándola.
Nada puede ocupar o conquistar el
espacio o lugar de otra Individualidad, a menos que acepte Ser Todo.
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