por la ciudad
de Granada,
por puertas
prohibidas
abriendo las
cerradas.
—¡Olé mi
Aldama!
Cartas le fueron venidas
De lo que
Aldama ganaba;
las cartas,
echó al fuego
y al mensajero
matara.
—¡Olé mi
Aldama!
Trabajando como una mula
y en un caballo
cabalga,
arriba con
aerolíneas
abajo con
aduanas.
—¡Olé mi
Aldama!
Cuando la UCO vino,
al mismo punto
mandaba
que se toquen
sus trompetas,
sus añafiles de
plata.
—¡Olé mi
Aldama!
Que los email de guerra
apriesa toquen
alarma,
porque lo oigan
sus moros,
los del pueblo
y mandamás.
—¡Olé mi
Aldama!
Los moros, que el son oyeron,
Otra historia
recordaran,
Un Pedro que
tres veces
A su Maestro
negara.
—¡Olé mi
Aldama!
Allí pidió el pueblo,
Que la UCO y un
Juez hablaran:
—¿Para qué nos
llamas, rey,
para qué es
esta llamada?
—Habéis de
saber, amigos,
una nueva
desdichada,
los negocios
descubiertos,
que le dimos a
Aldama.
—¡Olé mi
Aldama!
Allí habló un alfaquí
de barba
crecida y cana:
—Bien se te
emplea, buen rey,
buen rey, bien
se te empleara.
—Engañaste a
los Bencerrajes,
que eran la
flor de los Guardias;
indultaste los
tornadizos
de Córdoba la
nombrada.
—¡Olé mi
Aldama!
—Por eso mereces, rey,
una pena muy
doblada:
que te pierdas
tú y el reino,
y cárcel para
Aldama!
Si es
encontrado culpable
De ayudas
indignas,
De ayudas
malsanas.
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