– ¿Te he visto antes?
El nuevo monje repuso
– No señor.
– Entonces tómate una taza de té.
Joshu se volvió entonces a otro monje:
– ¿Te he visto antes?
El segundo monje contestó:
– Si, señor, por supuesto que me ha visto.
– Entonces tómate una taza de té.
Más tarde, el monje que administraba el monasterio, le preguntó a Joshu:
– ¿Cómo es que ante cualquier respuesta siempre ofreces una taza de té?
Ante esto, Joshu gritó:
– Administrador, ¿aún estás aquí?
– Por supuesto, maestro – repuso el administrador
– Entonces tómate una taza de té.
Todos acabaron tomando su taza de té,
sin importar las circunstancias ni sus conocimientos.
Tomando la taza de té, perdieron la
oportunidad de encontrarse.
Qué difícil es escuchar al Maestro, si
haces lo que te dice, pierdes dónde señala su dedo. Si no lo haces, pierdes la
oportunidad de ver dónde señala el dedo y la oportunidad de ver la Luna.
Un discípulo, preguntó al Maestro qué podía hacer. El Maestro le preguntó en respuesta si había desayunado, al
responder el discípulo que lo había hecho, el Maestro le señaló que podía lavar
la taza y lo que había usado.
Y es que el Maestro casi nunca sabe
qué decir al discípulo, si le señala en una dirección, sin importar cuál, sabe
que puede ser la correcta o la equivocada. Quizás por eso la única respuesta
del Maestro es su Silencio.
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