En mis 14 años en Japón, apenas
aprendí japonés para entender conversaciones normales, siempre y cuando no
fuesen complicadas. Aún así, el significado de las palabras y lo que hay que
entender de ellas en Japón, es cultural y bastante diferente.
Pensar en cómo pude entenderme con mi
Maestro, o con otros Maestro que estuve, es inexplicable. Las conversaciones en
inglés eran palabras y frases simples, que era lo que podía decir mi Maestro en
inglés. Por lo que el significado había que encontrarlo en la forma, la
secuencia, las circunstancia y cómo era pronunciada cada palabra.
Al no entender lo que decía con sus
palabras, tenía que recurrir a la traducción.
Algo que me era necesario, incluso cuando tenía entrevista de “dokusan”
o privada.
A algunos traductores, no les decía
nada, traducían y aceptaba sus traducciones, su nivel de inglés o japonés era
el que era, y había que agradecer su esfuerzo y amabilidad.
Sólo encontré dos traductores, con los
que podía argumentar con el Maestro, e incluso con ellos.
Belinda en Bukkokuji, era americana y
tenía un japonés, calificable con 11 en una escala de 10. Por la claridad y
belleza de sus traducciones. Algo parecido a Daigaku, otro americano, monje en
Hosshinji.
Con ambos argumenté en dokusan con el
Maestro y a veces con ellos al decirles que estaban traduciendo
incorrectamente, a pesar de que yo no entendía las respuestas o lo que era
traducido de mis palabras.
Con Daigaku, recuerdo un día en el que
estuvo traduciendo mi entrevista y toda ella fue fluida, y las preguntas y
respuestas eran inmediatas. De pronto el Maestro de Hosshinji se levantó y me
golpeó la cabeza, haciendo que sangrase. Continuando con nuestra argumentación seguidamente.
Al terminar el sesshin, Daigaku vino
preocupado, por si había cometido un error al traducir, pues no había entendido
de que estábamos hablando y por eso había sido golpeado yo. Le dije que de
todas las traducciones que me había hecho, había sido la mejor y más fluida,
que el Maestro me había preguntado algo, y él había traducido mi respuesta.
Con Belinda en una charla del Maestro
en Bukkokuji, con todos nosotros y personas del pueblo. Hizo la traducción de
una frase, a la que yo dije que el Maestro no podía haber dicho lo que había
traducido. No era un Concepto erróneo, simplemente las circunstancias y contexto hacían
que yo creyese que era errónea la traducción,
Tras unos momentos de argumentaciones,
en la que fui invitado a ser el traductor, si creía que lo podía hacer mejor,
continuó la charla. Pasados unos minutos el Maestro repitió la palabra en un
contexto parecido. Preguntado cómo se escribía, al trazar el signo en el aíre, Belinda
dijo que se había equivocado al traducir.
Realmente no hubo error, perfectamente
el Maestro pudo decir lo que había traducido, pero en otras circunstancias y
mirando desde otro punto.
Entender lo que dice el Maestro, no
tiene nada que ver con entender sus palabras. Puede explicarnos hasta la saciedad:
Cómo es la cara de Buda, si cuando alguien habla de unos pies, una espalda o
cualquier parte, no somos capaces de saber si nos están hablando de Buda, sabe
que le hemos escuchado desde nuestra mente, desde nuestro conocimiento, desde
nuestra memoria, pero no desde el silencio.
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