Hemos tratado de conocer y explicar
lo que es la Vida. Han pasado los siglos y los milenios, y todavía a pesar de estar
sumergidos en ella, no sabemos realmente lo que es. Obviamente, estar
sumergidos en Ella, nos ha impedido tener consciencia de que no podemos sumergirnos
en lo que somos, al no poderse manifestar la Dualidad en Ella.
Lo Absoluto, decimos que no tiene
Principio ni Final. La Vida lo es, por lo que no puede percibirse a Sí misma,
por lo que sólo puede sentirse como Vacío. Es sólo su manifestación la que al
percibirse unas individualidades a otras, la que crea la Dualidad.
Es por ello, por lo que la creencia
de que estamos sumergidos y rodeados en y por Ella, lo que nos hace oscilar
entre sus dos mitades o polaridades: Vida-Muerte.
La Vida no tiene final, por lo que
se manifiesta como Eternidad, una eternidad en la que no hay Principio ni
final.
Como dice el hinduismo, Shiva más
que el dios de la muerte es el de la transformación o el cambio de la
manifestación de la Vida. Una energía que no se crea ni se destruye, que sólo
se transforma al manifestarse o en su manifestación, como dice el budismo en su
Eterna y constante Impermanencia fuera del Ahora.
A pesar de nuestro miedo a morir, la
muerte no es la desaparición de algo, sino su transformación en una nueva
individualidad. Los valles son ricos y fértiles, gracias a la muerte de la
vegetación de las montañas. Todo lo que ha muerto, es precisamente lo que da
Vida a lo que nace.
Lo vemos constantemente a nuestro
alrededor, pero el miedo a que desaparezca nuestro yo, aquello con lo que nos
identificamos como existencia, que es precisamente lo que percibimos en la
actividad del vivir manifestando nuestra Realidad de Ser Vida, nos aterroriza.
Nuestro vivir, ha dejado de estar
sumergido en la Vida para hacerlo en el deseo y la ambición. Vivimos sólo para
obtener algo por ello, para mayor satisfacción de nuestro ego.
Hemos olvidado que como Vida,
nuestra existencia en la Eternidad está asegurada. No somos un cuerpo al que
mimamos y despreciamos al mismo tiempo, sin el cuál no podríamos sentir el
vivir en esta dualidad. Unas emociones que nos llevan a culparlas de nuestros
errores y falta de humanidad. Una mente a la que culpamos de nuestras
desgracias, porque es la que nos controla.
Son las herramientas que en nuestra
evolución hemos obtenido de la Vida, no para satisfacer nuestra ambición y
egoísmo, sino para retornar a nuestro origen de ser Vida, por medio de la
Humanidad y sobre todo convirtiendo y transformando nuestro corazón, no en sede
de egoísmo de amar a aquello que nos ofrece algún tipo de beneficio o
satisfacción de nuestros deseos, sino en el Templo del Amor, ese Amor que nos convierte
en Amor-Vida.
Es inútil el miedo a vivir, que nos
lleva al miedo a su mitad Muerte, vivir es: felicidad, alegría, aceptación,
humanidad, Dignidad, que se transforman en Vida. Morir no es desaparecer, sino
manifestarnos como Vida.
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