VIVIENDO ESPIRITUALMENTE

          Qué difícil sería imaginarnos vivir con la mitad de lo que somos. No es importante qué, sino pensar que somos la mitad de algo o alguien.                                                    

          Cuando una individualidad cree o siente que le falta una mitad, su objetivo principal es encontrarla. Todo lo demás carece de importancia o pasa a un segundo plano.

          Al igual que todas las individualidades, nuestro ser está formado siempre de dos mitades, no siendo esta una cuestión metafísica, sino más bien matemática. Independientemente por donde se dividen, todas las unidades constan de dos mitades solamente.

          Una definición de las infinitas dualidades de nuestro ser, o del Ser, es la de materia y espíritu. El concepto o definición de espíritu es la de algo perfecto, infinito y eterno.
Su infinitud le impide sentir o percibir su dualidad. En el caso de que pudiese hacerlo, su anhelo, su esfuerzo y su éxtasis consistirían en encontrar a su mitad perdida, esto es, la materia. Su paraíso, su dios, su religión estaría basada en la posibilidad de poder sentir, pensar, expresarse, en y por medio de un mundo físico.

          Lo que si sabemos, es que la materia, el mundo físico, nuestra vida en la dualidad siente la separación de su otra mitad.

          Es por esta razón que nuestro cuerpo parece ser: el impedimento para vivir espiritualmente, nuestro pecado original, lo que nos arrastra a una vida impura tras la caída; nuestra materia, nuestro cuerpo, mente y emociones son la mitad que anhela unirse a su mitad no percibida, lo único que tiene este deseo y lo que puede y debe conseguirlo. Algo que imaginamos imposible y que aparentemente debería ser fácil, principalmente porque nunca ha existido separación alguna, la Individualidad es Una, Eterna e Infinita siempre.

          Las individualidades son siempre absolutas en sí mismas, es por ello que se definen como individualidad. Cada individualidad está siempre formada por individualidades e integrada en el concepto de otra individualidad, la cual es llamada por otro nombre, designada con otra palabra. A veces su aspecto es parecido, otras totalmente diferente, pero cada individualidad es una y tiene dos mitades, si estas se separan, cada una seguiría constando de dos mitades, pero cada una con su individualidad propia, siendo esto así hasta el infinito.

          Es por esto que en mi opinión, el único lugar donde se puede encontrar el Espíritu es aquí en esta vida, lo único que puede vivir realmente una vida espiritual es nuestra materia, nosotros tal como somos. En el Espíritu obviamente, todo es espiritual por naturaleza y no puede observarse ni sentirse a sí mismo, solamente puede ser Espíritu.

          Quizás para muchos esto signifique una desilusión, debido al deseo general y a la esperanza de una vida mejor y perfecta.

          Cómo imaginar, que esa vida que el Espíritu no puede vivir al ser perfecto en su naturaleza, (al no tener sensación de dualidad y no poder sentir separación de otra hipotética mitad) podemos vivirla nosotros. Es tan simple como vivir unidos al resto del universo, es tan rápido como dejar atrás el pecado de la separación, de la dualidad. Dualidad que nos hizo perder la vida paradisíaca, caer en el pecado de creer que hay dos donde sólo hay uno, ver que la vida es sólo un presente donde concluye un pasado y no ha nacido el futuro. Dualidad que nos permite con nuestro esfuerzo, poder volver al lugar de donde nunca partimos, dejar de nacer para vivir eternamente, no desear vivir espiritualmente sino ser Espíritu. La Vida es aquí y ahora; solamente hay que trascender la dualidad, unir la materia y el espíritu en el Uno, llamado y designado también con la palabra, Espíritu.

          Esto es lo que nos permitiría vivir esa vida mejor y perfecta sin necesidad de esperar, disfrutar de esa vida que nos resulta imposible en la actualidad, y que no podemos vivir ahora a causa de nuestros propios conceptos de lo que somos, y del significado real de aquí y ahora. Vivir en un ahora eterno, en un aquí infinito, como es siempre la vida, nosotros, fuera de la dualidad, cuando la transcendemos.