EL PACIENTE
Cuando
llegamos en nuestras vidas a un equilibrio o momento, con el que no nos
sentimos satisfechos o felices, lo primero que hay que hacer es aceptarlo y
seguidamente reconocer y analizar dicha situación. Sobre la base de esta
aceptación y reconocimiento, podremos construir aquella vida que deseemos, para
ello usaremos los ladrillos o situaciones que la vida nos irá ofreciendo.
Nuestra
acción o inacción ante las circunstancias o vivencias, se realiza en el
presente, desde lo que somos en este momento y sobre todo desde nuestra actitud
al aceptar estas circunstancias.
Es quien y lo
que somos ahora, nuestra única posesión para alcanzar lo que queremos ser, el
único que se convertirá en lo que llegaremos a ser, en nuestros sucesivos e
infinitos presentes, hasta el final de nuestros días.
El buen
paciente, como dice su nombre, debe aprender a vivir con: paciencia, confianza,
constancia, amor, etc. y sobre todo con “amor y aceptación de sí mismo, así
como amistad y respeto entre sus diferentes componentes: cuerpo, emociones y
mente, o cuerpo, alma y espíritu, o materia-espíritu”. Indiferentemente de la
filosofía con la que se vive, el amor, amistad y respeto a sí mismo no pueden
obviarse.
Contrariamente
a lo que pensamos, cuando estamos en una situación de insatisfacción, bien sea
con nuestra salud o con nosotros en general, el camino más fácil para
cambiarlo, no es que alguien o algo lo hagan. Nadie, ni nosotros mismos, puede
forzarnos a vivir con una salud determinada, sea buena o mala.
El camino más
fácil para cambiar, nuestra vida y nuestra salud, es el de cambiar nuestra
actitud ante las circunstancias, lo que cambiará el resultado de nuestras
vivencias, que es lo que somos nosotros en cada momento presente, en todos y
cada uno de nuestros aspectos: mental, psíquico o físico.
Debemos vivir
con la seguridad, que está en nuestras manos, en nosotros, construir y realizar
cualquier deseo o esperanza que tengamos. Vivir así nuestra vida, sabiendo
además que ella es solo uno de los aspectos o individualidades que integran la Vida.
Nuestro
presente ha sido construido por una individualidad y por como ha aceptado y ha
sido influenciada por el resto del universo desde el principio de los tiempos.
Este presente es parte integradora del Presente, nuestro futuro estará
influenciando y es dependiente, del resto de los futuros integradores del
Futuro.
EL TERAPEUTA
Lo más
importante en el terapeuta es el amor y respeto por sí mismo.
Este amor es
el origen y base sobre los que se sustentarán su: confianza, constancia y
aceptación del trabajo, independientemente de los resultados. Este amor y
respeto le llevarán siempre a dar lo mejor de él mismo en cada momento.
Su confianza
en la Vida le ha
enseñado o le enseñará, que no es él, ni su terapia, ni su forma de impartirla
lo que cambiará la salud o vida del paciente. Es el esfuerzo conjunto, en el
que el terapeuta da solamente un impulso y la mayor importancia y mérito recaen
en la reacción del paciente. Cuando aparentemente el impulso es erróneo
significa que, en unas circunstancias y con un paciente determinado, el
resultado no es el deseado.
Ante ello, la
actitud del terapeuta, es aceptarlo y continuar con la misma confianza,
sabiendo que el resultado no solo depende de su acción, conocimiento, actitud o
amor a su trabajo, sino de un número de circunstancias en las cuales su
aportación es: la actitud y entrega con la que realiza su terapia. Esto es:
dando siempre en cualquier actividad y circunstancia lo mejor de sí mismo, en
cada momento, independientemente de los resultados.
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