Viviendo con
mis hermanos en la casa heredada de nuestros padres, comenzamos a darnos
cuenta, que teníamos muchas dificultades, para usar la cocina, el servicio y el
salón cuando y como queríamos y de que la convivencia no era demasiado fácil.
Nuestras costumbres y modos de vida, nos llevaban a una fricción que nos
molestaba.
Fue a uno de
nosotros al que se le ocurrió, que lo mejor, sería dividir y repartir la casa.
Nos reunimos y uno sintió, lo bonito que sería, tener un cuarto de baño para
bañarse y poder realizar inmediatamente sus necesidades; otro creyó, que le
gustaría poder cocinar y comer siempre que sintiese hambre y no tener que
esperar; para otro, lo importante fue poder descansar cuando quisiese; para
otro, lo maravilloso que sería ver en la tele lo que desease, tumbado en el
sofá y sin pelear por el mando. De esta manera repartimos la casa y comenzamos
una nueva vida.
Una vez
cocinada la comida primorosamente, mi hermano vio que tenía que comer en la
cocina, pues en su casa no había comedor, que no tenía un cómodo salón para ver
la tele y que era difícil sentirse bien tras una copiosa comida, sin aligerar
el cuerpo en el cuarto de baño.
Otro de mis
hermanos comprobó, que es difícil, usar el cuarto de baño, si no puedes cocinar,
que el descanso no es el mejor y que a veces, tras algunas actividades es mejor
tener un salón, (incluso demasiado concurrido) para pasar un rato.
Cómo ver tranquilamente la tele cuando
no puedes cocinar, relajar el cuerpo en sus necesidades, ni descansar
apropiadamente por las noches.
Qué
importante es vivir nuestras propias vidas como deseamos, ser independientes y
no tener que dar explicaciones nadie.
Pero
solamente había transcurrido un pequeño lapsus de tiempo y de nuevo nos
sentamos todos juntos en el salón, para replantear nuestra situación.
Afortunadamente, logramos entender que nuestros padres, no nos habían dejado
una herencia que ocasionase nuestra separación, sino para que disfrutáramos de
nuestra hermandad y de la vida, juntos,
en familia.
Desde mi
casa, en el corazón de la tierra, me regocijó el que todos estuviésemos unidos
otra vez.
Con los años, llegamos a comprender, que
cada uno de nosotros era dueño, de la casa completa, siempre y cuando, no
repartiésemos.
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