Viendo mis
canas en el espejo, soy consciente del paso del tiempo. Los recuerdos vienen y en
ellos los problemas importantes de aquellos días de juventud.
Dos grandes
problemas había que parecía imposible encontrar la solución.
El que creía
tener menos posibilidades de responder era, “el por qué de la envidia de Dios
hacia mí”, el segundo era “el hambre en el mundo”.
El segundo lo
he ido resolviendo al menos para mí, satisfactoriamente. Recuerdo la vida con
coche, piso, saliendo fuera de casa con amigos y tantas cosas más. Podía hacer
esas cosas y comer tres veces al día y verdaderamente nunca sentía hambre. Pero
esta vida, ni me proporcionaba respuesta a la pregunta sobre el hambre, ni la
inquietud para buscar una respuesta, al no haber necesidad, no tenía a lo que contestar.
Pero los tiempos pasan y las circunstancias cambian, continué viviendo igual pero el dinero, la vida, las circunstancias habían cambiado. Comprendí que la casa, el coche y demás cosas eran importantes y que había que luchar por mantenerlas. Pero había ocasiones en las que sentía hambre; la sensación era nueva a la par que extraña. Las circunstancias siguieron cambiando y finalmente comprendí que, lo que realmente me había quitado el hambre durante toda mi vida (desgraciadamente), habían sido los tres platos de comida. Eran ellos los que me habían permitido disfrutar del resto de las cosas que habían estado en mi vida.
Pero los tiempos pasan y las circunstancias cambian, continué viviendo igual pero el dinero, la vida, las circunstancias habían cambiado. Comprendí que la casa, el coche y demás cosas eran importantes y que había que luchar por mantenerlas. Pero había ocasiones en las que sentía hambre; la sensación era nueva a la par que extraña. Las circunstancias siguieron cambiando y finalmente comprendí que, lo que realmente me había quitado el hambre durante toda mi vida (desgraciadamente), habían sido los tres platos de comida. Eran ellos los que me habían permitido disfrutar del resto de las cosas que habían estado en mi vida.
Ahora veo,
esas armas tan bonitas, tan buenas, tan modernas, que tienen en muchos países,
veo tanta gente intentando demostrar que sus armas son más poderosas y modernas
que las de otros, veo la importancia que tiene el poder, lo que nos esforzamos
por mantener ideas, cosas y personas, para manejar el poder, veo que tantas
personas usan su vida solamente para obtener estas cosas. Me recuerda, aquellos
días en los que pensé por primera vez, que para disfrutar de la vida, lo importante
era comer tres platos de comida diarios. No tengo coche, no salgo mucho, pero
tras alimentarme verdaderamente, mental, psíquica y físicamente, mi interior se
une con el exterior, la vida es mucho más bonita y sé, que si yo intentase
poseer esas cosas, (poder, armas, personas, etc.) a pesar de comer los tres
platos, seguiría teniendo hambre.
Lo de Dios al
final, fue más simple. Al ver que por más que me esforzaba no conseguía mejorar
la satisfacción con mi vida, tuve claro desde el principio quién era el
culpable. No es que lo entendiese completamente, puesto que: si Él es todo, lo
sabe todo y es el que manda, “por qué tenía envidia de mí”.
Tardé tiempo
en estar lo suficientemente molesto y harto, para irme directamente a
preguntarle en Su cara y exigirle una respuesta. Mostró extrañeza por mi
pregunta y me dijo que no había sido Él, pero que tendría en cuenta lo que Le
había dicho.
Mi vida
comenzó a ir de película, apenas iba a desear algo cuando ya lo tenía, no
necesitaba nada, pues, cuando lo iba a necesitar, ya estaba allí. Recuerdo
cuantas gracias Le di por este cambio de actitud y me regocijé que reconociese
mi gran esfuerzo.
Cuando me iba
a levantar por las mañanas y casi deseaba desayunar en la cama, un ser
angelical venía con lo que más me apetecía, y toda mi vida era así.
Pasaba el
tiempo y al no tener nada que hacer, mi ilusión, autoestima, sensación de estar
vivo y mi capacidad de superación fueron desapareciendo.
¿Qué hacer?. Pues
fui a hablar con Él de nuevo, cuando llegué tenía una sonrisa en su cara, me
postre ante Él y le dije, “nunca pude imaginar, que tu confianza en mí pudiera
ser tan infinita, que pudieras amarme tanto, que nunca osarías intervenir en mi
vida, que desde el origen de los tiempos, he sido mi único dueño”.
Su sonrisa se quedó gravada en mi ser,
nunca me dijo nada, nunca me contestó, al salir de su casa, vi la sonrisa de mi
cara en el espejo, me volví sorprendido, no había nadie, acababa de despertarme
en Casa.
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