Solamente el
ser humano, utiliza el odio, el deseo de conseguir lo que no le pertenece y su
ambición de poder, desde una mente que comprende: la ética, los valores morales
y la empatía. Esta es la razón por la cual, lo que en las demás especies es
agresividad defensiva, en los humanos se transforma en violencia hacia sí mismo
y los demás.
En nuestros
días, una de las violencias que está principalmente en las mentes de todos es
la de género. La violencia ejercida sobre la pareja, derivada de las
dificultades que tenemos para convivir en libertad. O lo que es lo mismo,
aceptar por amor, la libertad de nuestra pareja.
Por supuesto,
hay muchas más clases de violencia, todas ellas derivadas de lo mismo, “no
somos capaces de vivir realmente libres, aceptando nuestras responsabilidades y
compromisos. Y no podemos aceptar la libertad de los demás”.
Son las
personas que hacen nuestras leyes y deben trabajar para nuestro bienestar, las
que venden las armas que son usadas por niños, en tantas guerras. Son estas
mismas personas que gobiernan o trabajan, según ellos, por nuestro bienestar,
los que compran las armas, mientras morimos de hambre. Son las guerras de estas
personas por el poder, en las que morimos o vivimos llenos de odio hacia los
demás.
Son las
escuelas y lugares de estudio, donde deberíamos aprender sobre valores y
convivencia, donde algunos nos enseñan el odio y la separación. Es el lugar
donde nos enseñan que lo diferente es malo, que la moral, la ética, el
esfuerzo, el honor, y todas estas zarandajas, no son importantes, que lo
realmente importante, es el conocimiento y conseguir lo que queremos por encima
de los demás.
Es nuestra
falta de personalidad, la que permite que puedan adoctrinarnos. Cómo podríamos
explicar si no, que todos estemos convencidos de que no se debe abusar de los
débiles, ni dañarlos ni aprovecharnos de ellos. En cambio, con las mismas
leyes, aceptamos igual de convencidos, el poder matar al feto, o al viejo o
enfermo, que es lo más débil que podemos ser.
Hacemos una
gran defensa de nuestros hijos, en cambio hay muchas personas ejerciendo la
violencia sexual sobre niños, o abusando, de su necesidad o pobreza, para
aprovecharse de ellos, a veces incluso familiares, padres y conocidos.
Ha habido
muchas personas, que me han dicho su deseo de ayudar a los demás. Con
frecuencia, mi contestación ha sido, que la mejor ayuda es rezar, “pidiendo que
halla gente necesitada y con problemas, a quien poder ayudar”. Siempre he
pensado que lo mejor es no crear los problemas, si no creamos la necesidad, ni
la pobreza, hacemos todo lo que debemos hacer, no ambicionamos lo ajeno y una
vez terminado lo nuestro, estamos preparados por si alguien nos pide ayuda;
habríamos terminado con la necesidad de tener que ayudar.
Hay
demasiadas clases de violencia en nosotros, para poder eliminarlas una a una. La
ejercemos sobre tantos aspectos, situaciones y personas, que los intentos por
crear leyes que nos obliguen a ser mejores y vivir en armonía, se me antojan
utópicos. Tendríamos incluso que hacer leyes, para no ejercer violencia sobre
nosotros mismos.
Para erradicar la violencia, solamente necesitaríamos
vivir con: la sabiduría, sustituyendo al conocimiento; libertad, en lugar de
despreocupación y derechos; responsabilidad, en lugar de poder; honor,
principios, moralidad, justicia y amor por la vida, en lugar de tantas leyes
para obligarnos a ser buenos y tener que vivir vigilados, para que cumplamos lo
que nos dicen las leyes.
Resumiendo, diría que si nos esforzáramos
más en: ser, seres humanos que personas; amar al prójimo como a nosotros;
aceptarnos a nosotros y a lo demás tal como somos; aceptar nuestra responsabilidad
y ejercerla, la violencia difícilmente encontraría donde desarrollarse.
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