Cuando nació
el Buddha como Skakyiamuni, lo hizo en el seno de una familia poderosa y rica. Su destino era ser
el emperador de todas las tierras y mares conocidos. En su reino nunca observó,
ni le fue permitido acercarse a: la pobreza, la vejez, la enfermedad, ni la
muerte. Solamente la felicidad y la alegría estaban permitidas a su alrededor.
Aún sin ser
consciente de ello, no podía encontrar la satisfacción, ni la felicidad, en su vida.
Viviendo en una sola polaridad, algo en su interior sentía la ausencia de su
otra mitad. Vivió y cumplió como príncipe, casándose y dejando un heredero, se
esforzó en encontrar la raíz de su inquietud y pudo observar fuera de su
palacio lo que le había sido ocultado: la pobreza, la enfermedad, la vejez y la
muerte.
Como resultado de este descubrimiento, sintió en sí mismo el dolor y sufrimiento de la vida; vivió en sus carnes la empatía con todos los seres del universo.
Como resultado de este descubrimiento, sintió en sí mismo el dolor y sufrimiento de la vida; vivió en sus carnes la empatía con todos los seres del universo.
Lo tenía
todo: juventud, poder, riqueza, familia, el amor de cuantos le rodeaban. Su
renuncia a poseer todo esto, le llevó a abandonarlo todo y convertirse en un
mendicante, castigó su cuerpo y su espíritu en busca de una contestación a su
pregunta, “¿De donde nace el sufrimiento?, ¿cuál es su origen?
Durante años
vagó por bosques y maestros en busca de una respuesta, su esfuerzo fue inmenso,
estuvo cerca de morir de hambre y de sed, de flagelaciones y sacrificios,
intentando encontrar una respuesta.
Cansado y
desesperado por su esfuerzo, se sentó al pie de un árbol sala, su determinación
de no levantarse si no alcanzaba la iluminación, permitiendo antes que sus
huesos se descarnasen a cejar en su esfuerzo, le llevó a un profundo estado de
meditación.
Cuando se
levantó, había dejado de poseer: su reino, su cuerpo y sus huesos descarnados;
del lodo de la materia, de la dualidad, había crecido el Loto, durante todo el
tiempo, la semilla de la iluminación había estado en el lodo.
Lo que le
había impedido verla es que la había estado buscando, su esfuerzo había sido
para conquistarla; tratando de destruir lo que le impedía encontrar la
felicidad, no se había dado cuenta que lo que quería quitar, su búsqueda, su
esfuerzo, eran en realidad el lodo y la semilla, no había podido verlas, porque
él mismo era el Loto.
Una vez
encontrada la respuesta, durante alrededor de cuarenta años, estuvo intentando
que los demás también la realizaran, procuró no enseñar nada y como dijo al
final de sus días: “¿Por qué me pedís que hable, si en cuarenta años no he
pronunciado una sola palabra?”. El corazón no sabe que es corazón, ni que está
latiendo, no sabe que es una individualidad, solamente ES y HACE la función que
tiene en la vida. El cuerpo no sabe que es un cuerpo, ni que está formado de
otras individualidades. Cada uno es simplemente lo que es, ninguno posee al
otro, ninguno realiza un trabajo. En libertad, cada uno ES y HACE su función, o
lo que es lo mismo no saben, ni hacen, es por ello que estando todos unidos,
viven vidas individuales y separadas, Son el Loto. Cuando viven vidas
separadas, ninguno de ellos puede vivir, son la semilla en el lodo.
Jesús nació
en la pobreza, sin posesiones, caminó a lo largo de su vida como los pájaros y
las flores, siendo alimentado y vestido por su Padre. Su función en la vida,
era la de cambiar la ley del “Ojo por Ojo y Diente por Diente”, por la nueva
del Amor, “Ama al prójimo como a ti mismo”. Su claridad y altura espiritual le
hacían vivir en la seguridad de su origen, era el hijo de la eternidad, de la
Vida, de Dios. Sabía que su cuerpo había sido originado por José, pero, ¿Qué es
un cuerpo sin Vida?
Sus palabras
de: “El Padre y yo somos uno”, “Antes de que el Padre fuera yo fui”, indican su
conocimiento profundo de quién era.
Alguien que
se convierte en padre, lo hace cuando el hijo nace; él sabía de su unidad con
el Todo, nunca dijo que los demás no lo fuesen, pero es algo que tiene que ser
encontrado a nivel individual. Nada es anterior o posterior en la eternidad, en
lo absoluto.
Su confianza
de ser uno con la Vida le permitió vivir sin posesiones, incluso la de sí mismo.
La Vida nacida de la Nada, permite que lo que hay pueda ser todo lo que necesitas.
No había vino, pero había agua; no había comida para tanta gente, pero había
comida, en su amor y entrega a la Vida, él que no poseía nada dio de comer y
beber al mundo.
Solamente
tuvo tres años, para transmitir nuestra función en la Vida como seres humanos.
Nosotros hemos creado las religiones alrededor de sus experiencias
directas y personales, nos pueden ayudar, pero, poseemos tanto, que estamos
perdidos buscando: el Loto, el Amor, la Vida, y lo hacemos en las palabras que
nunca pronunciaron, en lo que nunca hicieron, en sus vidas. ¿Cómo encontrarlos,
si la realidad es que es lo que somos?
Ellos lo encontraron, fueron lo que eran en realidad: el Loto, el Amor,
la Vida, que incluye Todo y no Es Nada. Lo que somos todos, incluso en la
búsqueda.
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