Hace muchos
años, un Maestro Zen definió el Camino Medio como: “Aquel que incluye los dos
extremos”.
En nuestros
días lo natural es que tendamos a los extremos. Tenemos la extrema izquierda y
la de la derecha, lo que une a ambas es que las dos excluyen el camino y la
otra orilla.
Es triste ver
cómo lo que prima en nuestros días, es la diferenciación de las partes. Los
políticos y los ciudadanos, religión y política, un partido y otro, los
sindicatos y los trabajadores, los sindicatos-empresarios-trabajadores, hombres
y mujeres, enseñanza y estudiantes, enseñanza y enseñantes,
leyes y Justicia,
continentes y países, países y regiones, regiones y provincias, provincias y
pueblos, los vecinos, las personas. En cualquier ámbito de la vida que miremos,
lo determinante es la separación, la diferenciación.
Todos
pretendemos ser una orilla, olvidando que lo que hace el camino es el caminar,
las orillas son las que hay a los lados: derecha–izquierda, arriba-abajo,
detrás-delante, que unen nuestro camino con los demás, haciendo un único Camino
por el cual caminar con seguridad.
El Camino
Medio es el que debe de llevarnos a la Iluminación, a la Unión, al Todo, a ser
Buda, o simplemente en la cotidianeidad de nuestro día a día: a la realización
de la realidad que somos, alcanzar la humanidad, dejando atrás nuestra
animalidad, o lo que llamamos personas, para poder llamarnos Seres Humanos,
algo que es incluso diferente a lo que equivocadamente nos llamamos ahora:
humanos.
Para ello,
como dice el Maestro, sólo hay que vivir en una vida que incluya las dos
orillas, los dos extremos.
Independientemente
de que sea correcto o equivocado, lo que nosotros creemos que separa dos
individualidades (las orillas), siempre es el Camino, la Vida. Esto es imposible
puesto que el Camino es absoluto y la Vida también lo es, ambos absolutos lo
son, porque integran los extremos. La Vida es la unión de vida y muerte, el
Camino es la unión del camino y las orillas que le flanquean. ¿Qué hay que no
sea Camino, que no sea Vida?
Nuestra
equivocación es que no nos damos cuenta, que lo que nosotros decimos que hace
las diferencias es: “el camino, la vida” que son excluyentes. La Vida, el
Camino son incluyentes.
Nosotros
hemos decidido ser individualidades separadas, no integradas, de la
individualidad de la que formamos parte, o lo que es
lo mismo, negamos nuestra interrelación, nuestra interdependencia, con el resto
de la vida, sin por ello dejar de ser individualidades completas en sí mismas.
Lo que es lo mismo que decir que el mar separa los continentes, que el cielo
separa las estrellas, siendo que no podríamos viajar de un sitio a otro, si el
mar y el cielo no los estuviesen uniendo, formando parte de un único Universo,
de la Vida Única.
Hasta ahora
hemos vivido siendo conscientes de la separación y vemos sus resultados.
Podemos comenzar a verlo ahora como, que lo que hay entre dos cosas es lo que
las une y quizás nuestras vidas cambien exponencialmente para mejor.
Es tan simple como lo definió un Maestro
Zen: “El Camino Medio es aquel que incluye los dos extremos”.
Como dijo G. A. Bécquer: “¿Me preguntas,
quién es Camino, Vida?. Camino, Vida, eres tú”.
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