A veces al
oír hablar del budismo zen, nos encontramos con una palabra extraña que para
explicárnosla, pueden decirnos que es una conversación entre un Maestro y un
discípulo, que no tienen lógica, ni explicación. Esta palabra es: “koan”, “un
mondo” sin respuesta.
Normalmente
comienza con una pregunta trascendente, e importante, hecha por y desde la
dualidad, el tiempo, el espacio, desde una mente mirando el resto del universo.
La respuesta, simple, procede del aquí y ahora, desde la unión de las dos
mitades, la respuesta proveniente del Maestro, es la parte de la pregunta que
el discípulo no ha reconocido todavía.
Si todo va
bien, quien llegaba como una pregunta en una mente inquieta, debe salir como
una pregunta donde se acepta la respuesta, la mente quieta, saltando viva.
La pregunta
solamente es el terreno fértil, donde las respuestas crecen de forma natural,
la luz donde crece la sombra de la puesta del sol, la ignorancia donde nace el
conocimiento y la ignorancia que surge de la sabiduría.
Si un “mondo”
no tuviese respuesta, no habría nacido la pregunta y no existiría el discípulo,
cada uno es la respuesta a sus preguntas, somos la luna que señala el dedo del
Maestro, la respuesta y la pregunta de la Vida.
Hace más de
treinta años, tras unos meses en Bukkokuji, fui a descansar a otro templo cerca
de Chigasaki. En este templo podíamos leer libros, salir libremente tras el
trabajo y en general la vida era bastante relajada.
Un día, uno
de los unsuis americanos me dejó un libro sobre “koans”, no recuerdo el titulo
del libro, ni, en qué lugar, leí el primer encuentro de Rinzai con su Maestro
Ōbaku (Ch. Huang-po).
La historia iba de que, tras largo
tiempo en el templo, el monje principal convence a Rinzai para asistir a
consulta con Ōbaku, no sabiendo qué preguntar, recibió el consejo de
preguntar, el por qué de la venida de
Bodhidharma a China.
La primera vez, fue golpeado duramente, tras
terminar su pregunta.
La segunda, apenas comenzada su
pregunta, fue golpeado más duramente.
La tercera, sin preguntar, fue sacado
a golpes y permaneció largo tiempo en el suelo sin apenas poder moverse.
Leyendo esta
historia, comencé a reír y llorar, no se el tiempo en el que permanecí así, una
vez vuelto a lo que se supone normal, mi reacción fue de extrañeza. De alguna
manera tras la explosión de emocionalidad, sentí una gran paz en mí. Apenas
sabía de “koans”, ni los había practicado y este fue mi primer contacto. Un
discípulo había preguntado algo que no era suyo, no era su pregunta, no era la
pregunta. El Maestro le había señalado la respuesta directamente con su dedo,
el lugar de donde nunca se había movido Bodhidharma, el lugar donde viven todas
las respuestas acerca de la Vida.
El discípulo
viendo el dedo, le vivió como acusador, marchándose del lado del Maestro.
Afortunadamente el Maestro no le abandonó y como buena abuela, le trajo de
nuevo junto a Él.
Solamente una respuesta es aceptada por el Maestro, una respuesta que
no puede ser pronunciada, ni conocida, ni dada. Las preguntas hechas por el
discípulo, solamente tienen una respuesta; la respuesta es: “Yo, el Maestro”.
Quien pregunta siempre es “yo”, la respuesta es “Yo”.
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