Hace muchos
años que la Organización Mundial de la Salud publicaba un estudio en el que se
decía que la mayoría de las enfermedades tenían su origen en el estrés.
Para evitarlo,
de todas las opciones que había, hemos elegido la peor, combatir con la Vida. Hemos
tomado como cosa personal, el que la vida nos de solamente lo que nos parece
bien y adecuado para nuestro: bienestar, buena salud y felicidad.
Para ello,
hemos declarado la guerra a muerte, a todo aquello que se opone a estas metas. Estamos
dispuestos a erradicar de nuestras vidas: las enfermedades, los problemas y la
tristeza. Gracias al esfuerzo y dedicación de muchas personas hemos conseguido:
modificar el código genético, crear vacunas, medicinas capaces de matar
bacterias, virus, y cuanta célula dañina quiera existir, y posiblemente en
pocos años, conseguiremos encontrar como funcionan los patógenos y destruirlos
definitivamente.
No nos ha
importado que durante miles de años nos hayan estado previniendo acerca de: la
dualidad, la discriminación y el creer que podemos destruir algo en la Vida sin
consecuencias.
La Vida, al
no discriminar, no nos sitúa en un plano privilegiado con respecto a las otras
formas de vida. Cada individualidad, recibe toda la información genética
recopilada en la Memoria de la Vida, desde el principio de los tiempos,
desarrollando su sistema inmunológico, de defensas y forma de adaptarse a las
circunstancias. El más efectivo sigue y el que no lo es, desaparece para
transformarse o dar paso, a otra expresión de vida.
La vida, en ningún
caso, momento o situación, toma partido por ninguna de sus manifestaciones. Por
lo que es del todo imposible que luche, pelee, o trate de imponer algo;
simplemente acepta y se entrega, a la existencia de cada instante.
Debido a que
el código genético ha sido escrito durante millones de años, con la información
aportada a la Vida del esfuerzo realizado por cada individualidad, forma de
vida en grupo, y en su totalidad, para poder adaptarse a las circunstancias. Podemos
imaginar cuando combatimos a los agentes de las enfermedades, que les estamos
animando a desarrollar mejores defensas para su subsistencia y que toda la
información genética que aportemos a la Vida, también estará a su alcance.
No sabemos
las consecuencias a largo plazo de la modificación de un gen, todavía no
sabemos apenas nada de la información que portan, y de la que sabemos y
modificamos, no tenemos ni idea, de las consecuencias que estamos generando, en
su interrelación con el resto de información genética, ni cómo se manifestará.
Al modificar
o erradicar una enfermedad, no sabemos las consecuencias, ni si estamos generando
que se formen nuevas y peores enfermedades. No sabemos las consecuencias de los
alimentos transgénicos. No sabemos que tipo de adaptación, tendrán las
bacterias, virus y patógenos, para neutralizar nuestros deseos de destruirlos. Lo
que podemos estar seguros es que cuando consigamos un mundo lleno de
radiaciones nucleares, destruido por nuestras guerras, lleno de basuras y
contaminación, somos de las primeras especies con opciones de desaparecer, por
sus dificultades de adaptación. Cada día nos protegemos más de las bacterias y
gérmenes, desarrollando cada vez más un sistema inmunológico y defensas, más inútiles y vagos.
Nuestro ego
nos ha llevado a creer que tenemos que conquistar la vida, que podemos y
debemos pelear con todos y todo, para conseguir que la vida sea como queremos.
Desde hace miles de años los
Maestros y personas que decimos han venido para ayudar a la humanidad, nos están
diciendo que debemos salir de: la dualidad, discriminar y juzgar, la persecución
de lo que nos parece bueno y la pelea con todo aquello que no nos parece
adecuado o bueno para nosotros.
La reacción
ante nuestra pelea, solamente ha hecho, que las vidas que comparten el universo
con nosotros, se tengan que defender y hacerse más fuertes; que las energías
que producimos, hayan desarrollado una enseñanza de destrucción hacia las otras
formas de manifestación; nuestro desprecio y destrucción de la tierra ha
enseñado a nuestras propias células a atacar nuestro cuerpo.
Mi madre murió
de cáncer muy extendido, con varios órganos destruidos por sus propias células.
Amó demasiado a los demás, pero viendo su vida no se amó lo suficiente a sí
misma. El idealismo de querer arreglar las vidas ajenas, de querer una vida sin
problemas, sin enfermedades, no nos exime de querernos, nuestras células:
sienten, viven, comparten y nos devuelven ese amor, cuando se sienten queridas
y no cómo enemigas, al creer que son enemigas, atacan con la intención de
defendernos, equivocadamente, pero por amor a nosotros. Ama al prójimo, aprendiendo primero a amarte.
Solamente hay una erradicación de las
enfermedades, la medicina se llama amor, si no discrimina puede llegar a ser
Amor, y con el tiempo al no combatir con la Vida, el resto de ella no necesitará
combatirnos. La Vida nunca pelea, ni rechaza, ni discrimina. Así que cuando
estamos peleando, lo hacemos con nosotros mismos, estresándonos y siendo un
buen cultivo para el desarrollo de las enfermedades.
Aceptar la enfermedad, la hace una con
nosotros, cuando la hemos creado, somos “una persona enferma”, sin posibilidad
de separar a la persona y la enfermedad. Cuando no la creamos, somos “una
persona sana”, y la enfermedad existe en el mundo de las enfermedades, sin
posibilidad de unirse.
Vivimos en una sociedad enferma! Por el estres y demás factores negativos se somatizan muchas enfermedades. Saludos
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