No pretendo molestaros

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Yui Shin

miércoles, 23 de abril de 2014

¿AH, SÍ?

En nuestros días, tenemos la inmensa fortuna de estar rodeados de información por todas partes, transmitida por: buenos libros, grandes maestros y una gran diversidad de medios. No como en la antigüedad, cuando era el boca a boca o la copia de libros, en los cuales era difícil que no hubiera errores.
Hoy todas las grandes enseñanzas están impresas, prácticamente en cualquier lengua y difundidas por el medio con mayor difusión de nuestro tiempo, “Internet”.
La generalidad de lo que aprendemos y por la brevedad en la que quiero exponer mi visión, podríamos resumirla en estos términos.
“Hay que erradicar el mal, apartar de nuestras vidas todo lo negativo, no ser apresados por los sentimientos de culpabilidad, cambiar nuestro pasado y sus repercusiones, amar a quien nos ama y separar de nuestras vidas a los demás, olvidar o anular a quienes nos han hecho daño, todo ello, circunscrito a un montón de frases en las cuales definimos lo que son las cosas y lo que hay que hacer para tras una gran pelea con las circunstancias, lograr ser felices, para poder amarnos”.
La mayoría de las veces, lo que hay tras lo que yo entiendo, es: pelea, rechazo, selección, eliminación, ignorar, elegir y sobre todo una enseñanza hacia, llevarnos a mirar solamente nuestro propio ombligo, nuestros intereses, opiniones y crear una vida en la que cuando nos vaya todo bien, podremos amarnos, para ello solamente hay que erradicar el mal, y que todo sea como nos gusta.
Otro aspecto extendido en muchas de las frases, es la culpabilidad de los demás o que la causa de los problemas y los nuestros en particular, proviene de ellos. Culpable de todos los males es la mente, la gente que no ama, la que no expresa, los que se aprovechan de nuestras buenas actitudes. En fin, hay también el otro aspecto, pero el que deberíamos corregir no es el bueno. El día que logremos parar la mente, ver a nuestro Ser Luminoso, y no tengamos a quien culpabilizar, no pienso que nos sintamos más felices. Si el cuerpo pierde la Mente, será un trozo de carne; si el ser que es más nuestro que no es el Luminoso, no está para recibirle y buscarle, perderemos toda posibilidad de encontrarlo. Es la razón por la que los Maestros nos dicen que nos amemos, tal cual somos.

Hubo en Japón un Maestro Zen, que era muy respetado, venerado y querido, por las gentes que vivían en los alrededores.
Un día, los padres  de una hermosa muchacha, vieron con vergüenza e indignación, que a pesar de estar soltera, estaba muy embarazada.
La comenzaron a interrogar para que confesara el nombre del padre, a lo que se resistió cuanto pudo. Finalmente y transcurrido un tiempo de intenso forcejeo, finalmente acusó a Hakuin.
Los padres indignados y enfurecidos, fueron a ver al Maestro. Al que le lanzaron toda su indignación; debido a que al ser monje no podía casarse, le dijeron que le llevarían a la niña para que se hiciese cargo de ella. A lo que Hakuin simplemente contestó, “¿Ah, sí?, bien”.
Después de nacer la niña fue llevada a Hakuin. Para entonces ya había perdido su reputación, algo que no le molestó, pero cuidaba muy bien de la niña. Obteniendo la leche y todo lo que necesitaba para cuidarla, de las gentes.
Un año más tarde, la madre de la niña, no pudiendo soportar más los remordimientos o estar separada de su hija. Dijo la verdad a sus padres: “el verdadero padre de la niña, era un joven que trabajaba en el mercado de pescado”.
Los padres de la joven, fueron inmediatamente a ver a Hakuin, para pedir perdón y disculparse profundamente avergonzados, expresándole a Hakuin, el deseo de recuperar a la niña.
Hakuin lo aceptó todo. Al cederles la niña, lo único que dijo fue: “¿Ah, sí?, bien”.

          Un viejo Maestro Zen, dijo que: hacer la más pequeña distinción entre el bien y el mal, haría que nuestras vidas transcurrieran en el Cielo y el Infierno.


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